Caminando levemente por la acera, algo sucia, busca un pobre
humano su lugar en el mundo. Experiencias al hombro, echó a caminar hace poco y
el saco que porta está más vacío que repleto. Cabizbajo y soñador, triste y
esperanzado. Aún cree en la vida, y en la peregrina idea del amor para siempre.
Lástima de chico, que apenas puso un pie en el asfalto perdió un dedo. El
tráfico fue el responsable, su ignorancia la culpable. Se cree filósofo por
haber escrito cuatro líneas bien redactadas y se cree escritor por haber
contado una historia bien relatada. El pipiolo se encuentra en realidad en una
cómoda posición, con sustento parental y colchón de agua. Quiso adentrarse en
la jungla salvaje del mundo suburbano y de los recovecos de la droga y
consiguió una borrachera mal llevada y una lección olvidada. Experiencias
amorosas fueron escasas: dos, una de ellas bien callada; de la otra… apenas
conoce nada. Se cree guionista por reflejar sus experiencias en un manuscrito
de calidad pésima, y sinceridad plena. No conoce el miedo, pero tampoco la
valentía; no conoce nada. Se cree poeta por haber compuesto cuatro versos con suerte; y ahora
se cree profeta. Y no olvidemos su faceta más artística, el dibujo. Cree que es
un pésimo dibujante –y, entre nosotros, está en lo cierto- pero aun así no ceja
en su empeño de seguir adelante, lo único verdaderamente loable. ¡Ay, inocente
muchachito! No vuelvas a caer en los errores cometidos, no renuncies a una vida
bohemia ni te obsesiones con los labios de la mujer perfecta; ¡pero vive un
poco el día!, y no hagas planes de futuro, céntrate en la alegría. Bendice tus
días jocosos, esos que pasaste alegre e ignorante; y ahora que eres un poco más
autoconsciente, ¡vive de la mente! Haz caso al corazón, que tu alma dicte a tu
mente; que tu alma quiera al corazón. De emociones se vive, de pensamientos se
disfruta, de alma nunca se carece. ¡No temas tu final, la muerte es inevitable!,
pero aplaza su llegada, disfruta de tu alma. Un poema que leíste te dice: “soy
el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”. ¡Haz tuya esa frase! ¡Hónrala!
¡Ámala! ¡Vívela! Y no temas las consecuencias. Nunca temas las consecuencias. Un hombre pretencioso dijo una vez, detrás de
otra: “In dubiis, libertas”. En caso de duda, libertad.
Micro-cuentos y no tan micros, incluso críticas de cine no profesionales o lo que sea. Si buscáis a alguien intelectual, inteligente, coherente y que redacte bien, no soy vuestro hombre. Simplemente escribo el caos de mi mente.
lunes, 25 de febrero de 2013
viernes, 1 de febrero de 2013
La U es muda.
Una bocanada de aire fresco. Un cierto ensimismamiento. Vuelve
a la carga sin remordimientos. Acorrala a su presa sin miramientos. La piedad
no existe en este momento. Juró venganza. Camina rápido y seguro. Las espuelas
suenan contra la madera. Un ligero traspiés del otro le da más ventaja. Habla
rápido y en inglés, es americano. Le da igual, la venganza llama a las puertas.
Entiende algunas palabras. <<Forgive me, please>>. Idiota, no hay
perdón. Con rapidez y destreza dispara. Falla aposta, para advertir. Pero el
maldito yanqui no lo caza, y se ríe. Para en seco. Se baja las gafas de sol y
lo mira por encima de ellas. La furia de sus ojos taladra al yanqui. Se calla.
Retrocede a rastras por el suelo, hacia atrás. Está realmente asustado ahora. Una
nueva parrafada de la que solo logra entender una cosa. <<Who are
you?>>. Como hombre de pocas palabras que es, no dice nada. Se agacha y se
queda de cuclillas. Mientras sube sus gafas de sol, sonríe. Se lleva el dedo
índice de la mano izquierda a la boca y dispara.
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