Empecé a escribir sobre Forgetting Sarah Marshall (Paso
de ti) con la intención de hacer un vídeo-ensayo acerca de ella y cómo es
la comedia romántica cishetero que mejor trata no tanto el despecho o la rotura
de corazón como la distribución de la culpa. Y puede que algún día llegue a
hacerlo, pero mientras tanto dejadme hablar de esta película dirigida por
Nicholas Stoller, escrita y protagonizada por Jason Segel y producida por Judd
Apatow.
Deshaciendo injusticias.
Creo que todo el mundo sabe que las películas
románticas han sido, históricamente, el único género cinematográfico (y
literario) que, para bien o para mal, no sólo ha tenido en cuenta que las mujeres
también van al cine, sino que encima tenían la osadía de dirigirse a ellas como
su público objetivo. Y al hombre intelectual no le gustan las cosas dirigidas a
mujeres porque son, eh, pues eso, para mujeres.
Las comedias tampoco se salvan de la quema; las películas
galardonadas con premios, ya sean mainstream como los Oscar o recónditos como
los festivales de cine de clase H (no especializados en comedia), rara vez son
cómicas. Las academias y los críticos, que deben tener el sentido de humor de
una alfombrilla de baño, hacen ascos de forma general a la comedia (y si les
gusta una comedia, dirán: “esta película es mucho más que una comedia”).
La cuenta es sencilla: comedia más romance igual al
género más despreciado por crítica, academia e intelectuales masculinos. Ya sea
frágil masculinidad, sensación de falta de ambición artística o exceso de
purpurina, las comedias románticas empiezan a no tener que ser más grandes
que la vida para ser aplaudidas por “los entendidos” de la misma manera que
cualquier thriller del tres al cuarto o drama existencial con problemas de
composición de planos. Esto no quiere decir que no haya excepciones, siempre
las hay.
El género romántico (y especialmente las comedias
de esta índole) siempre ha estado marcado por mensajes problemáticos en el
mejor de los casos, y directamente delictivos en los peores, a la hora de
abordar los temas del amor, las relaciones de pareja y los roles de género. Ya bien
sean visiones distorsionadas de la realidad o reflejos fidedignos de la misma
sin ningún ápice de crítica, las películas románticas han perpetuado ciertos
tipos de conductas abusivas, persecutorias o, simplemente, cansinas a través de
los años. Y esto se ha dado principalmente en las únicas películas (salvo
excepciones, siempre las hay) “femeninas”, incluso si la mayoría de los
cineastas detrás de las cámaras eran hombres.
Y entonces llegó él.
Judd Apatow, cineasta norteamericano nacido en
Syosset, Nueva York en 1967, vio que había algo que no cuadraba en el panorama
del cine americano y, por extensión, occidental. Había cierto desajuste en
cuanto a qué tipo de películas iban dirigidas a qué tipo de personas, y no se
le ocurrió otra cosa que masculinizar la comedia romántica.
¿Eh? ¿Hizo esto activamente, fue una decisión que
Judd Apatow tomó de forma consciente? Por supuesto que no, pero la sensación es
esa. Y no quiero ser malinterpretado, los hombres merecen historias de amor; y
esta decisión, la de convertir el último género que no había sucumbido a las
garras del hombre y arrancárselo a las mujeres, hizo feliz a mucha gente.
Las producciones Apatow, románticas o no, tienen
una buena acogida en la crítica, y aunque la Academia sigue siendo reticente,
ya ha habido nominaciones en los Oscar para alguna película Apatow (nominación
a Mejor Guion Original para Bridesmaids –La boda de mi mejor amiga-).
Y puede que os preguntéis qué significa
masculinizar la comedia romántica. En el caso de Apatow, significa lo
siguiente: ‘hombre mediocre consigue que mujer excelente se contente con tener
una relación romántica y sexual con él’. Antes, las comedias románticas estaban
protagonizas por dos sex symbols o personas vistas, de forma general, como los
Atractivos de la época. Se encontraban, de alguna manera, en igualdad de
condiciones, en el Olimpo.
Y aquí viene mi primera defensa a las producciones
Apatow: han conseguido desmitificar una masculinidad ruda, atractiva y
físicamente perfecta; ninguno de los protagonistas masculinos de estas
películas representan el sueño de la mujer en un hombre (Brendan Fraser en George de la jungla) ni el sueño de
poder que los propios hombres tienen de sí mismos (cualquier superhéroe).
Tampoco quiero que os echéis encima de mí por llamar feos o faltos de atractivo
a Jason Segel, Seth Rogen y cía; porque no niego su sex appeal. Al fin y al
cabo, comparar la belleza es tan subjetivo como comparar tu ránking de las
películas de Star Wars con el vecino. Si hay algo que hace este cambio de
masculinidad, es democratizar, hasta cierto punto, el concepto de hombre digno
de ser amado, tanto desde un punto de vista físico como mental.
Pero ahora entramos en un revés, una gran falta. No
ocurre lo mismo con las mujeres.
Cojamos a Michael B. Jordan y Tessa Thompson y
tirémosles al ring en una comedia romántica en la que son los protagonistas. Estaríamos
en un caso similar al de la comedia romántica clásica, ya que ambos están
considerados por encima de la media en cuanto a estándares de belleza se
refiere. Este no es el caso en ninguna de las comedias románticas producidas
por Judd Apatow, salvo una, quizá dos (Trainwreck
–Y de repente tú-, la única comedia
romántica Apatow con protagonista femenina y, posiblemente, The 40-year-old virgin –Virgen a los 40- ). Mila Kunis,
Katherine Heigl, Emily Blunt…todas ellas están consideradas por encima de la
media, mientras que sus contrapartes masculinas, Jason Segel y Seth Rogen, sí
que están considerados en la media.
Esto no quiere decir que Michael B. Jordan se
merezca a Tessa Thompson y Jason Segel no se merezca a Mila Kunis; ya que eso
depende de sus personajes concretos en la película, de sus circunstancias y
demás variables. Lo que digo es que repetir el patrón de “hombre medio
atractivo consigue a mujer súper atractiva” es nocivo. Es decir, la historia
específica de esta película, Forgetting
Sarah Marshall, no es negativa en sí misma, sino dentro de un panorama en
el que esto se está convirtiendo en la norma.
La
norma.
Y Peter, el personaje de Jason Segel en la
película, es la norma. Representa la nueva masculinidad impuesta por esta nueva
ola de comedias románticas y, por extensión, de comedias en general.
El personaje sigue la estela de todos los
protagonistas Apatow, que a su vez corresponden al prototipo del NICE GUY, el
tipo majo, el Ross Geller, un hombre tóxico amable. Es inmaduro e infantil (dos
cosas muy diferentes), es egoísta y cree que su pene es un regalo (algo que
queda ejemplificado de forma explícita al principio de esta película), y se
cree que por ser decente en un mundo de escoria humana, merece un premio. Es decir,
estos personajes creen ser buenas personas cuando no es así. No son malas
personas, pero llevan en la espalda toda la masculinidad tóxica que llevaban
los protagonistas anteriores a ellos, sin ser conscientes de ello, al menos al
principio de la película. También suelen irradiar vulnerabilidad. Y en el caso
concreto de Peter, también es mentiroso y vago (y miente sobre ello).
En cuanto Sarah Marshall (Kristen Bell) rompe con
él, ésta se ve obligada a decir que hay otro hombre a pesar de que las
verdaderas razones por las que rompe con él van mucho más allá que la simpleza
que es el haber conocido a alguien más. Y hace esto para proteger la
masculinidad de Peter, la cual es tan frágil como la de todos los hombres que
presumen de ser muy machotes.
Al principio de la película, encontramos a Peter en
un punto bajo de su vida, y para cuando llegamos al final del primer acto, está
en el foso. Y aquí es donde creo que es importante ver que no es una película
sobre superar un corazón roto, sino una película sobre cómo tomar
responsabilidad de las elecciones que hacemos en la vida. O sea, madurar.
Esta maduración nos la muestran de varias maneras.
La más obvia, y la más tóxica, es ver la transformación externa a la hora de
manifestar dolor: pasa de tener un llanto exageradamente femenino (algo por lo
que es ridiculizado a lo largo de la película) a ser apaleado en un gesto
romántico para pedir perdón, sin soltar una sola lágrima. Esta noción tóxica de
la masculinidad en la que por ser hombre no puedes llorar, es la forma más
brusca que tiene la película de enseñar algo que yo creo que se ve a la
perfección de una manera más sutil y mucho menos tóxica.
Estamos en el punto medio de la película, el cénit
de la auto-victimización de Peter, y se entera por boca de Aldous Snow (Russel
Brand) de que Sarah llevaba un año poniéndole los cuernos con él. Primero se
cabrea y hiere accidentalmente, o eso parece, a Aldous. Después, en frío,
confronta a Sara y le pregunta que qué hizo él para que ella le pusiese los cuernos.
Es la primera vez que asume responsabilidad por
algo en la película y ni siquiera es por algo por lo que debiera
responsabilizarse. Cuando alguien decide ser infiel, por muchas razones que
tenga para hacerlo, sigue siendo una decisión que ha tomado ella. Pero este
jarro de agua fría le abre los ojos y se da cuenta de que quizá no fue la mejor
persona con la que tener una relación romántica. Y empieza a madurar.
Sigue siendo infantil y egoísta, ninguna de las
cuales son cualidades negativas en dosis pequeñas y controladas, y sigue teniendo
un resentimiento al por mayor hacia Sarah, si bien ahora es algo más
comprensible. Este rencor es el que hace que, cuando Sarah llega al punto más
bajo de su vida, él sea capaz de rechazarla.
Este progreso, esta maduración, se vuelve a mostrar
con una nueva toxicidad masculina, ya que el rechazo se produce a mitad de una
mamada que Sarah intenta dar a Peter. Uno de los “sabios” de la película, al
menos la función que cumple es la de mentor, alaba su negativa en mitad de la
acción.
Señor, qué bajo está el listón.
Y luego está…
Sarah
Marshall, heroína trágica.
Esta película es cruel con Sarah. Es cruel y
vengativa. Si la protagonista de la película fuese ella, y no cambiásemos nada
de la historia, y nada del humor, sería una tragedia cruel, con menos gracia
que un chiste machista.
La película, a través de los ojos de Peter y, en
cierta medida, de los ojos de Rachel (Mila Kunis) y Aldous, te dicen que Sarah
Marshall es mala persona. Y de la misma manera que la película trabaja para
hacernos ver que Peter tenía parte de la culpa, también consigue que veamos a
Sarah con menos gravedad; pero nos arrebata su presencia en todo el tercer
acto, y nos deja huérfanos del personaje que da título a la película (en su
versión original).
Tras una relación de cinco años con Peter, Sarah
rompe con él. Peter la demoniza desde el minuto uno, y nos arrastra a nosotros
con él. Poco a poco, descubrimos casi a la vez que Peter la historia de esos
cinco años; vemos los ejemplos que ponen la una y el otro a su favor, casi como
si el espectador fuese el jurado y el segundo acto fuese un juicio. Como el
punto de vista de la película es de Peter, oímos más sus argumentos y sus
razones.
Sabemos que de esos cinco años, durante un año,
Sarah estuvo fuera de la relación, poniéndole los cuernos con Aldous. Pero
también sabemos que Sarah hizo todo lo humanamente posible por salvar su
relación antes de que la tirase por la borda; y mientras tanto, Peter no se
enteraba, en su mundo de ensueño en el que todo lo hacía bien (o parecía que lo
hacía bien). Según ella, estuvo un año entero yendo a psicólogos y leyendo todo
lo posible para salvar la relación. Es decir, de los cinco años, sólo tres
fueron relativamente felices.
Pero nada de esto hace que Sarah sea mala persona.
Sarah es el personaje que más errores comete a lo largo de la película. Su
primer error fue no hablar abiertamente con Peter de sus problemas, antes de
que esto pasase. Y luego cometió el error de no romper con él antes de empezar
a ver a Aldous. Después, otro error, y otro. Sus errores no se limitan a la
vida personal, a nivel profesional también toma decisiones desacertadas a
diestro y siniestro. Sarah es un personaje compuesto de errores, como todo
héroe trágico se precie.
De hecho, el punto más bajo de su vida, que se da
al final del segundo acto, más o menos, es un punto mucho más bajo que el de
Peter. Peter no tenía novia. Sarah no tiene novio, no tiene amante, no tiene
trabajo y, básicamente, no tiene dónde caerse muerta. La película acribilla a
Sarah, la deja por los suelos y hace que, en su desesperación, intente
recuperar a Peter. Y él la rechaza. El foso no tiene fondo… y desaparece. Después
de dejarla en la humillación más profunda, no la volvemos a ver hasta una
escena pos-créditos que no hace sino clavar el clavo final a su ataúd,
condenada a repetir un trabajo como protagonista de series malas por toda la
eternidad.
Rachel y Aldous son versiones mejoradas de Sarah y
Peter. Rachel es menos famosa, igual de guapa (o más) que Sarah, más fácil de
tratar, entiende mucho mejor a Peter y le apoya con su Rock-Opera de teleñecos.
Aldous es mejor músico, con más éxito, más guapo y más británico. Y mientras
que el final para Peter con Rachel sí es feliz, no es así para Sarah con
Aldous.
Espera,
¿esto no iba de que la película era buena o algo?
Esto empezó con mi empeño en demostrar que Forgetting Sarah Marshall era la comedia
romántica cishetero que mejor trataba la distribución de la culpa, y así lo
creo. No es una categoría que tenga mucha competencia, y si el tema se ha
tratado antes en películas, dudo mucho que haya sido en una comedia romántica
cishetero, por lo que el premio, por defecto, va a esta.
Sí creo que esta película es la que mejor
ejemplifica lo que significan las producciones Apatow, con sus virtudes y
defectos. El tándem Stoller-Segel creo que es lo mejor que tienen estas
producciones, a pesar de lo problemáticas que son. Pero las comedias románticas
siempre lo han sido.
También creo que estas películas han contribuido a
un cambio en la masculinidad, y aunque los resultados a la larga están
demostrando ser un nuevo tipo de macho alfa que ha cambiado el deporte por los
cómics, creo que es un primer paso en deconstruir del todo la masculinidad. Son
pasos de bebé, pero son pasos al fin y al cabo.
Mientras tanto, podemos disfrutar de estos intentos de progresar, con más o menos acierto, siempre y cuando seamos críticos con lo
que vemos.
Si habéis leído hasta aquí, gracias. Si os ha gustado,
genial. Si con esto he conseguido empezar una conversación, espectacular. Y si
queréis que vuelva a analizar desde mi punto de vista alguna otra película,
porque os ha gustado lo que he dicho, no dudéis en decirlo.
Gracias de nuevo.