sábado, 21 de febrero de 2015

Crónica de un premio descafeinado: Oscars 2015

Un año más se celebra la gala con más pompa y circunstancia del año. Y este año la pompa llega muy, muy pero que muy vacía; la circunstancia siempre es la misma. El año pasado fue mejor, había varias películas más que aceptables, tres buenas, un par muy buenas, por encima de los premios; pero este año está así: dos películas casi malas (al menos tienen la decencia de nominar cosas aceptables, pero están al límite), cuatro películas dentro del campo que deben tratar estos premios y dos películas que están por encima del resto, aunque no llegan al nivel de 12 años de esclavitud o El lobo de Wall Street.

Y las nominadas a mejor película son:

American Sniper (El francotirador). Qué has hecho, Clint. Pero qué has hecho. Sabía que iba a ser una americanada, pero joder, Clint Eastwood es Clint Eastwood es Clint Eastwood. Y nada, intenta reflejar la batalla interna del francotirador a la hora de disparar a un niño con una granada en la mano, pero nada. Intenta reflejar cómo le persigue la guerra a casa, pero nada. Bueno, la única secuencia interesante es la de Bradley oyendo la guerra y mirando la tele apagada, pero es facilona. Intenta hace un Zero Dark Thirty, pero nada. Intenta muchas cosas y no transmite ninguna, y un pavo que tiene 82 años (más o menos) debería haber aprendido que es mejor centrarse en una cosa, y no en muchas. O, si como Clint, ya tienes experiencia, pues joder, consigue transmitirme algo, aunque no sea todo. Es que animaba a los “malos” para que acabase la película antes.

Birdman (or the unexpected virtue of ignorance) [Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)]. Dirigida por Iñárritu, esta es la única película demasiado grande para estos premios (junto con Boyhood). Tanto el contenido como la forma (pedantemente hablando) son, como mínimo, buenos. El contenido está muy trabajado y quizá algo forzado para que case correctamente con su “virtuosa” forma de contarlo. Esta película hace las delicias de cualquier crítico-poeta de turno, elevándola al séptimo cielo y usando metáforas y expresiones similares a las que puedo usar yo. Pero lo cierto es que la película merece casi todos los elogios que la tiran, sobre todo en cuanto al reparto y a los movimientos de la cámara que, en mi humilde opinión, es un personaje más.

Boyhood. Esta película padece de una curiosa maldición benigna: es menos de lo que parece, pero parece menos de lo que es. Si te paras a pensar, el guión puede ser tanto una obra maestra (por su gran y fidedigno reflejo de la vida de un niño blanco americano) o un gran batiburrillo de anécdotas sin gracia o trascendencia en la vida de un niño blanco americano. Por supuesto, mi extremismo en cuanto a tolerancia opina que el guión no es tan malo, pero que en ningún momento es tan bueno. De hecho, lo mejor que ha hecho Linklater es conseguir que el guión de la película nos la sople de tal manera que solo queramos jugar a adivinar cuándo se rodó qué, y admirar el trabajo de continuidad durante los doce años que duró el rodaje. Idea: un documental sobre la película que se llame “12 años de esclavitud”.

The Grand Budapest Hotel (El gran hotel Budapest). Personalmente, opino que este es el gran puff del año. Y mira que me jode. Es una película entretenida, eso no lo dudo, pero pudiendo haber premiado a Wes Anderson por Moonrise Kingdom, que me vengan ahora con esta película a la que le sobran actores por todos los costados y con un surrealismo tan apegado a la realidad que apenas puedes disfrutar de los momentos genuinamente buenos, me toca las pelotas al por mayor. No es mala, no es mediocre, pero tampoco es de premio.

The Imitation Game.  Por qué, señor, dejas que a los académicos les pirren los biopics sosos, pero que tienen buena intención y buenas ideas. Aquí les sale mal casi todo. Benedict lo hace bien, pero no tanto. A penas se me ocurren cosas malas que decir, pero tampoco cosas buenas. Está bien, punto. No ganará, y si lo hace… desterraré por siempre a los Oscar, porque sería una pequeña gota que colmaría un vaso llenado durante muchos años.

Selma. Hay ciertas ironías alrededor de esta película y la más importante de ellas es que está nominada a mejor película pero no al resto de categorías gordas. Por otro lado, The Imitation Game sí lo está. Objetivamente hablando, esta película es mucho más poderosa, templada y sólida que la anterior; pero nos encontramos ante una diferencia abismal: esta película no tiene un actor de moda (a pesar de que lo hace mejor que bien) ni caldea la moral británica en vez la moral americana. Y es que la directora de esta película ha sido ninguneada en la categoría de dirección y su lugar lo ocupa un hombre tan blanco como el más báltico. Esta película merecía un poco más de presencia, y un poco menos de condescendencia por parte de los académicos. Es la prima pequeña de 12 años de esclavitud, mucho más amable.

The Theory of Everything (La teoría del todo). Esta película se sustenta única y exclusivamente en la actuación de Eddie Redmayne, apoyado por el resto de actores y actrices, pero es él el que mantiene en pie una película mucho más contenida de lo que podría haber dado un relato sobre el científico con la historia de superación física más aplaudible desde que Demóstenes consiguiese dejar de tartamudear (basado en hechos reales, pero esto es una broma, por si no lo pilláis). Esta es la película perfecta para los Oscar, y quien diga lo contrario se engaña a sí mismo/a. No me gusta que esta película sea el prototipo perfecto de los premios, pero es lo que hay.

Whiplash. Preparaos para la mayor paliza física que os llevéis en una sala de cine (o en vuestras casas), porque el chaval no para de aporrear baterías en toda la película. J.K. Simmons se come a Miles Teller una y otra vez, cada vez que aparece en pantalla. Aunque siendo realistas, hasta la figuración más desenfocada de la película se come a Miles Teller. Es una película que algunos llamarían poderosa, con fuerza y garra; pero yo prefiero ser simple y decir que es un peliculón, dentro de su fragante fallo en la elección del protagonista que, si bien no me cae mal, me parece poco carismático el chico.


Mis premios.

Mejor película: Birdman (or the Unexpected Virtue of Ignorance) (o la inesperada virtud de la ignorancia).

Mejor dirección: Richard Linklater por Boyhood.

Mejor actriz: Rosamund Pike por Gone Girl (Perdida).

Mejor actor: Eddie Redmayne por The Theory of Everything (La teoría del todo) y Michael Keaton por Birdman. Ex aequo, lo siento, no puedo elegir uno.

Mejor actriz secundaria: Emma Stone por Birdman.

Mejor actor secundario: J. K. Simmons por Whiplash.

Mejor guión original: Dan Gilroy por Nightcrawler.

Mejor guión adaptado: Damien Chazelle por Whiplash.

Mejor película de animación: How to Train your Dragon 2 (Cómo entrenar a tu dragón 2). Es la única que he visto, lo siento.

Mejor película de habla no inglesa: Relatos Salvajes. Es la única que he visto, lo siento.

Mejor fotografía: Emmanuel Lubezki por Birdman.

Mejor montaje: Sandra Adair por Boyhood.

Mejor banda sonora original: Hans Zimmer por Interstellar.

Mejor canción original: Lost Stars de la película Begin Again.

Mejor diseño de producción: Nathan Crowley y Gary Fettis por Interstellar. Aunque estoy en tercero de CAV y aún no sé qué significa exactamente.

Mejor vestuario: Milena Canonero por The Grand Budapest Hotel (El gran hotel Budapest). Es la única que he visto, lo siento.

Mejores efectos especiales: Paul Franklin, Andrew Lockley, Ian Hunter y Scott Fisher por Interstellar.

Mejor maquillaje y peluquería: Elizabeth Yianni-Georgiou y David White por Guardians of the Galaxy.

Mejor edición de sonido: Martin Hernández y Aaron Glascock por Birdman.

Mejor mezcla de sonido: Craig Mann, Ben Wilkins y Thomas Curley por Whiplash.


No me matéis, sólo es mi opinión. Y tengo que trabajar con lo que me puedo. Pues hala, os dejo en paz.


jueves, 5 de febrero de 2015

Épsilon: Capítulo Segundo

II
Encendió el pitillo con un mechero de plástico azul transparente. Era el cuarto seguido que fumaba. No había sido capaz de volver a su casa. Se encontraba en los baños de la comisaría, sentada en un váter. Sus emociones luchaban contra la razón y el trabajo se mezclaba con el luto. Una única lágrima de todas las agrupadas en sus ojos había salido victoriosa de la lucha con los párpados y las pestañas y ahora se deslizaba por la comisura izquierda de su boca. No se molestó en secársela.

Escuchó cómo alguien la llamaba desde fuera. Era Tomás. Él la admiraba demasiado, y ella se estaba empezando a cansar, aunque al principio disfrutó mucho. Se secó la lágrima, echó el cigarro al váter y tiró de la cadena. Salió con normalidad.

-¿Qué tal está, señora?

-Bien, Tomás, bien.

-¿Está segura?

-Sí. Al 20%.

Recogió sus cosas de la mesa y se fue a los vestuarios para cambiarse de ropa. Pensó en cómo la recibirían en casa. Pero sería mejor que no pensase en esas cosas hasta que pasasen, no podía vender la piel del oso antes de cazarlo. Tampoco era correcto cerrar el negocio antes de intentar cazar el oso.

Conforme se cambiaba de ropa empezó a temblar más y más. Su respiración empezó a entrecortarse y su corazón empezó a doler. Un dolor agudo, azul y dañino; un dolor muy difícil de eliminar. Salió y vio a Tomás en la mesa, trabajando.

-Es muy tarde, Tomás, vete a casa.

-Estoy bien.

-Es medianoche, vete a casa. Es una orden.


Cuando llegó a casa todas las luces estaban encendidas. Vio las luces desde la calle y se preguntó quiénes estarían despiertos y quiénes estarían haciéndose el dormido. Según entró por la puerta, un cuerpo se abalanzó sobre ella y la abrazó. Su hombro derecho se humedeció de inmediato por las lágrimas que Clara estaba supurando.

No pudo resistirse y la devolvió el abrazo con fuerza. Mucha fuerza. Se abrazaban con tanta pasión lacrimógena y triste que parecía que querían ser una, ser una y no volver a ser dos nunca más. Querían fundir ese dolor marmóreo y perpetuo en uno solo, eliminar las barreras físicas del espíritu y entonar un triste canto elegíaco en perfecta sincronización. Su hija había muerto. La hija de Clara, a la que ella había llevado en su vientre, estaba muerta. Era ahora, en casa, cuando se daba cuenta de la situación. Su yo racional y profesional se había rendido y había desencadenado el torrente emocional.

El tiempo no pasaba, y no quería que pasase. Su dolor era de Clara; el dolor de Clara era suyo. Decidió resolver este caso. Decidió vengarse. Decidió no parar hasta matar a quien mató a su hija. A la sangre de su sangre, metafóricamente, a la sangre de la sangre a la que había entregado su corazón tiempo atrás.


-Voy a resolverlo, Clara. Voy a encontrar a quien haya hecho esto. Y va a pagar. Oh, sí, va a pagar.