domingo, 15 de septiembre de 2013

Fan fiction

Piloto

El susurro del mar era constante y suave, adormecía a cualquiera. El sol de poniente penetraba por el gran ventanal  de una habitación en la que un joven leía un libro viejo y destartalado, quien ponía más empeño en mantener el libro de una pieza que en la lectura de aquella pieza literaria cualquiera. Junto a él, una joven que se aventuraba era de su misma edad estaba tendida cuán larga era –unos veinte centímetros menos que él, no crean– y dormitaba en un halo de quietud. De vez en cuando, una carcajada silenciosamente sonora salía del joven lector quien, al reprimir la risa para así no despertar a la bella durmiente, movía en demasía la cama provocando unos temblores que hacían que la joven abriese los ojos una y otra vez. Por desgracia para ella, el libro era extremadamente divertido.

                La tarde ya estaba avanzada, como he dicho, y repentinamente el joven dejó el libro en la mesilla de noche marcando su lectura con un marca-páginas plastificado, del que se podía adivinar que estaba hecho a mano. Se incorporó desde la posición semi-sentada o semi-tumbada, según se mire, en la que estaba y avanzó hacia el ventanal. El ventanal resultaba ser a su vez la puerta corredera de la habitación que daba a la terraza. Abrió la puerta y salió, con un andar pasmosamente tranquilo. Y era pasmoso porque no he señalado un detalle interesante: fuera, en la terraza, se había posado una cría de dragón.

                El hecho de que hubiera una cría de dragón en la terraza no era preocupante, es más, era lógico dado que la joven pareja estaba disfrutando de unas muy buenas vacaciones en la reserva de dragones de Albania. Lo preocupante era que la madre de la cría andaba cerca y las dragonas no son muy permisivas cuando se trata de sus crías, algo lógico y razonable.

                A pesar de ello, el joven estaba fuera, fumando un cigarrillo. Hizo caso omiso del pequeño dragón y se sentó en una silla a observar el mar.

                Ahora, si me lo permiten, voy a describir un poco al joven; que ya es hora. Pues bien, se trataba de un joven apuesto (ya no se trata de esto, pues actualmente es un anciano venerable de cerca de la centena de años que ha perdido todo atractivo físico) de unos veintitrés años bastante delgado y fibroso. Su pelo era castaño claro (él presumía de rubio, pero eso era falso; insisto en que en la actualidad no es así y ahora mismo tiene cuatro pelos mal contados y todos ellos son blancos) y ocasionalmente, como en este caso, se dejaba crecer una barba algo espesa y más oscura que el pelo de la cabeza. Podría haberse arreglado la vista, pero prefirió ir a la moda de la época usando unas gafas de pasta bastante grandes; afortunadamente para él en aquellos tiempos no necesitaba usarlas todo el rato. A pesar de su delgadez (no enfermiza, más bien sana) se podía entrever una barriga cervecera incipiente que le traía por la calle de la amargura. Su cuerpo fibroso estaba tímidamente musculado gracias, en parte, por haber practicado en su adolescencia un deporte muggle llamado baloncesto. Medía cerca de un metro y noventa centímetros y sus ojos marrones eran completamente corrientes.

                De sus cualidades mentales y espirituales se podría destacar que se trata de una mente brillante y trabajadora que nunca ha dado su brazo a torcer cuando llevaba razón y que ha sabido corregirse cuando estaba en un error.

                Su currículum era bastante interesante: había estudiado en una escuela completamente ordinaria hasta que fue aceptado en el Colegio de Magia y Hechicería Español El aquelarre de Gumersinda (el más prestigioso de España, además de ser el único; y el penúltimo en la lista de los colegios europeos, por delante del de Luxemburgo) que era una burda imitación del inglés (el mejor de Europa, y del mundo; para envidia sana española). Por supuesto, las ambiciones de Marco Antonio (una broma pesada por parte de sus padres, si me permiten) eran más altas. Cursó dos cursos allí, con unas notas tan brillantes que le permitió ser el primer mago en ser “fichado” por Hogwarts (el inglés, más información en los tratados de historia reciente centrados en la figura de Harry Potter y que ha sido publicados hasta en el mundo muggle; como ficción, claro). Allí acabó sus estudios básicos con unas notas magníficas y constituyendo uno de los mejores alumnos de Hufflepuff (una casa de Hogwarts, para más información insisto en que consulten los libros ya mencionados). Al finalizarlos no supo en qué especializarse y consiguió crear, a la edad de 21 años, un nuevo oficio dentro de lo que viene siendo la policía mágica (los aurores): se convirtió en el primer detective de la historia de este mundo, inspirado fuertemente por el famoso personaje inglés (y muggle) creado por Doyle.  

                Estas vacaciones las cogió tras resolver su primer caso realmente importante.




Nota del Autor: si os ha interesado esta historia, os aguantáis porque no creo que encuentre las ideas, la motivación y el tiempo para desarrollarla. Unos cuantos euros reavivarían mi imaginación, motivación y tiempo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Carta de despido

Estimados conciudadanos,

Les escribo desde este mediocre y maltratado blog para hacerles saber que mi estancia en este repulsivo planeta ha llegado a su fin. Me complace informarles que se han librado de mí. Y he aquí mis razones:
Aunque  pretende ser una raza de gran corazón y generosidad, la suya se trata de un irremediable atajo de seres manipulados y codiciosos capaces de vender a su madre a cambio de lo que sea, y es que la civilización, el verdadero demiurgo ordenador de toda la entera creación de su planetilla sin importancia, les ha alienado hasta extremos insospechados incluso para una mente como la de su afable interlocutor. La civilización, me temo, es la matriz de aquel mal que tan erróneamente alabáis llamado burocracia. Es el problema en esencia de todos sus males.

A estas alturas de mi anti-propaganda humanística algunos de ustedes estarán pensando en si realmente estoy en lo cierto o no, mientras que la mayoría estará profiriendo una cantidad razonable de insultos y derivados que probablemente afecten a mi madre y a algunos de mis antepasados. Sin embargo, me veo forzado a seguir, pues ambas reacciones no son más que el diseño de una alma malévola e inteligente que mediante su demiurgo personal ha arraigado en sus mediocres e inteligentes cerebros. La primera es la maldición de la duda, aquella que Descartes alabó en demasía y sobrevaloró, todo por orden de la malnacida Civilización, que a punta de pistola le dictó todos aquellos textos que tanto odian las larvas de su sociedad. La segunda es la maldición del patriotismo; pues antes que madrileños (ejemplo del emplazamiento donde comenzó mi estudio de su sociedad) son españoles, antes que españoles son europeos y antes que europeos (aunque aún no han podido ejercer de ello oficialmente) son terráqueos.

Ahora, tengan el valor de decir que me equivoco.                             

¿Lo ven? Unos cuantos han disentido, atendiendo a la máxima del libre albedrío o la malgastada palabra libertad.

Permítanme que ahora arremeta contra la libertad que tienen por estandarte. Bien, es falsa. No quiero convertir este sitio web en un wikileaks y meter entre rejas a mi buen amigo (pero muy humano y estúpido Miguel –el creador de este blog–) pero ni siquiera el presidente de la compañía más pequeña, barata y de mala calidad del universo (Apple, sí, he escrito bien) es libre del todo. Nos encontramos de nuevo ante una manipulación de su demiurgo personal, aunque esta vez es el verdadero Creador de su insignificante y esencialmente inofensivo planeta quien está detrás de todo esto en persona.

Se trata de un joven (treinta mil años nada más, hace ocho mil que salió de la Universidad de Orión) que estudió Civilizaciones y culturas del Universo (traducción aproximada) y que trabaja en un proyecto bastante macabro y brillante: ustedes. Su teoría es bastante complicada y a buen seguro ustedes no comprenderán ni una sola palabra de ella (basta de mentar a mi madre, por favor, vuestra ignorancia es una bendición) pero básicamente consiste en decir que cualquier forma de vida basada en el carbono y que sea inteligente (o casi) es, por definición, sumisa. De hecho, su frase más famosa fue usada por un terrícola asombrosamente inteligente pero sumamente estúpido en una pieza de arte audiovisual moderno. Fue inteligente por tener conciencia de ello y estúpido por pensar que podrían batir esa barrera.
En fin, tan sólo me queda decirles que admiro profundamente su forma de vida basada en la muerte, que les tengo un cariño y respeto especial pero que mis días aquí han terminado, pues he de presentar el trabajo académico en la Facultad de Xenosociología y llego tarde.
                                                                                                                            

                                                                                                                                             Siempre suyo,

Aagrtreimdes ‘Alberto’ Poreowkoasd