miércoles, 17 de abril de 2013

Zingus, diosa palabra


¡Oh, Zingus! ¡Hablo te yo, humano, en súplica! Ten piedad. Sé benévola, las palabras son un arma de extraño mecanismo. Conquistaste todos los terrenos, apareces por doquier. Destruyes, creas, caminas. No te hagas la inocente, eres muerte. Todos somos tus míseros súbditos, no has esclavizado. Una palabra, y el futuro cambia, el destino se tuerce, las ánimas enloquecen.

Y, sin embargo, eres vida. Una palabra, y el futuro brilla, el destino se restablece, las almas no dejan de penar encerradas en las cárceles de carne y hueso. Das salida a nuestro ser más interior, nos sacas a la luz. Nos dejas amar y sentir de una forma vívida y magnífica. Consigues que te idolatremos gracias a tu magia incesante, perpetua y tricolor.

Mas no. Moras en nuestro interior, alimentándote de nuestras ganas de hablar, de escribir y de soñar. Eres un gran parásito que necesita fe. Eres una diosa, pues necesitas creencia ciega y amor puro; y si no lo consigues, te desvaneces en las tinieblas. Pero has de saber que resistimos, no minamos el esfuerzo, y seguimos creyendo en la imagen, en el tacto. Las palabras son eso, palabras, y el reflejo de algo que no puedes controlar. Nunca más gozarás de la categoría divina, pero permanecerás en mi corazón alimentándote de mis palabras. Engullendo esas palabras que siempre callo, nutriéndote de las palabras que siempre escribo.

¡Oh, Zingus, cuánta mentira hay en ti, cuánta verdad escondida! 

martes, 16 de abril de 2013

Pegaso


Te buscaba en cada esquina, en cada rincón; te anhelaba cada instante. Pero eso se acabó. Ahora cabalgo a ras de suelo, y, al galope, voy ligero contra los enemigos que habré de vencer en mil batallas. Me zafo de tus recuerdos y me alejo de los fantasmas tratando de recordar por qué no fui un animal. Me encaramo a las ramas de los árboles, cual barón; o escalo a la más alta torre para recoger mi alma hecha pedazos. Pedazos, pero no de tanto usarla sino de tan poco cuidarla; algo que es irreversible una vez se resquebraja. Y a lomos de la incertidumbre espero alcanzar alguna meta; cualquiera que sea, quienquiera que sea. Mi Pegaso no tiene rumbo fijo, no sabe qué quiere. Me dirige a una senda de la no podré ser creyente. Navega, velero mío; que todo enemigo navío te derrocará y mucho terreno hemos de ganar. Soy romántico de Espronceda, no del de amores achuchar; y por ello, no por nada, creo que soy indigno de escuchar. A cada rato me escaqueo de lo que ocurre, escapo del problema y lo evado. No quiero ni pensar, a ojos ciegos me gustaría escuchar. Si fuimos simios, yo quiero volver a esa etapa de felicidad; en la que todo es instinto. No quiero necesitar tu corazón porque sé que no lo voy a poder tener.