sábado, 24 de noviembre de 2012


Caronte.
Su sueño era convertirse en la persona que llegó a ser, y Hera, en toda su sabiduría, únicamente le negó una esposa. Le regaló hijos repartidos por doquier; le regaló dinero y fama; le regaló placer. Pero él quería más, mucho más. Su gran estupidez provocó que le pidiese a Hermes una habilidad indigna para los mortales. Omnipresencia. Omnisciencia. Omnipotencia. Hermes, rápido en su vuelo, informó a Zeus de la petición. Y Zeus prohibió que los dioses del Olimpo lo concedieran. El hombre, conocido incluso en las entrañas del Olimpo, realizó sacrificios en honor a todos los dioses. Excepto a uno. A Hades, el señor de los Infiernos, le ofreció su alma y su cuerpo.
            La venta se realizó en secreto. Caronte consiguió ser dios por un día. Pero fue un día malgastado. Haciendo uso de su Omnipresencia, fue a lugares donde las mujeres se sentían a gusto. Usó su Omnisciencia para buscar una esposa para sí mismo. Su Omnipotencia se centró en eliminar a sus rivales. Consiguió prorrogar el trato.
            Pero cayó. La locura le llevó a los extremos de la vida. Derrochó, folló, amó, mató, peleó y finalmente, al caer la noche del tercer día, se suicidó. Plutón lo recogió personalmente. Le dijo que le encargaría una tarea que le redimiría de sus pecados pero Hades no es conocido por su piedad y lo condenó para toda la eternidad. Caronte, desacostumbrado a la pobreza, instaló un peaje en la autopista al Infierno. Él era el conductor del único vehículo que circula en ella.
            Aún hoy aumenta sus riquezas, esperando a que algún día pueda comprar su libertad. Pero yo no soy tan fácil. Y la cantidad que me debe la tendrá, y la abonará, dentro de mucho, mucho tiempo. Exactamente el día del juicio FINAL.


MIGUEL CORONA MAS                            6-4-11(MIÉRCOLES DE ABRIL DE 2011)
            

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