Empecé a sentir cosas
que nunca antes sentí,
indescriptibles,
inolvidables, malsonantes.
Abracé el placer de
un acorde bien interpretado,
me abrí al destino
jamás truncado
y le hablé a Caronte de
ti.
(Muy temprano)
Un buen rayo me
partió en dos,
irreversiblemente,
acaloradamente.
Desempolvé mi corazón
apenas usado,
es como de primera
mano,
y descorché el
champán.
(O algo)
Cogí el toro por los
cuernos de barro,
poco a poco y
despacio.
Libré mi alma pesada
y equilibrada,
se volvió tierna y
enamorada
y las palabras
encallaron en el sarro.
(En vano)
La perfección llamó a
mi puerta,
llegó lenta, pero
llega.
Tu todo inundó la
esfera,
me engulló y encerró
mi vergüenza
y Caronte me habló de
ti.
(¡Qué extraño!)
Amarga y espesa fue
mi existencia
hasta que tú llegaste
a ella.
Maldigo el día en que
fuiste una estrella,
bendigo el día que
caíste del cielo
y aterrizaste en la
Tierra.
(¿Te hiciste daño?)
Cabalgué haciendo
eses hacia un callejón extraño
en el que nadie me
estaba esperando.
Suerte de mapa
que te trajo a este
lado de la plaza,
y maldito fantasma.
(¡Qué plasta!)
Arreglé mis problemas
con el diablo,
se fueron cuando te
vi cantando.
Me arrimé al abismo
del científico árbol,
ignoré a cuantos me
habían ignorado
y te miré despacio.
(Ya he acabado)