A una amistad perdida,
que por mi estupidez
está rota y dormida,
mi alma opaca no es capaz de llorar.
Fútiles alegrías en la memoria
y amables retales emplazados en mi sien
matan mi sutil alegría
de un nuevo nacer y amanecer.
Aparecen como fantasmas las disensiones
habidas en el pasado,
y los avatares del destino
se ríen en mi cara, con sorna.
La dimensión alcanzada ahora,
no se cierne oscura
mas sí desesperanzada sin aquella amistad
tan necesitada.
Esto no es una despedida,
ni una emotiva reconciliación,
es un humilde pedir perdón.
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