domingo, 31 de marzo de 2013

De almas y agua


No hace mucho tenía una cantimplora. No contenía agua, ni vino, ni nada. Estaba vacía, inerte. Rodeada por un halo de misterio, la cantimplora no se abría. Brillaba en la oscuridad, ennegrecía en la luminosidad. Y era, por otro lado, una cantimplora solitaria. Incapaz de llenarse como es debido, la cantimplora transpiraba. Era de tela, para nada un recipiente impermeable. Pero era opaca. Las manos que intentaban agarrarla rebotaban y resbalaban, nadie la asía con éxito. Pobre cantimplora, condenada a la nada…   

miércoles, 27 de marzo de 2013

Una fisura en la cara


Una bocanada de aire no es suficiente. Está exhausta y descentrada. Siente la sangre a través de todas sus venas y el corazón late a gran velocidad. Los ojos enrojecidos y las pupilas muy contraídas, desenfoca. Respira muy rápido, jadea e hiperventila. Un par de contusiones se observan en sus desnudos brazos. La camiseta deportiva blanca está empapada de sudor. Tiene una brecha en la ceja de la que cae un hilillo de sangre. Los nudillos están magullados y manchados de la sangre de otra. Clava su mirada en una figura desenfocada, tendida en el suelo. Escupe sangre y se da cuenta de que el labio está partido. Su pelo, hacía una hora recogido en una coleta, está desparramado, como si de una sinfonía arrítmica se tratase. Oye los quejidos de la figura desenfocada.  Mira a su alrededor y consigue enfocar un muro. Y otro. Y otro. Está en un callejón y las sirenas de la policía están cada vez más cerca. Trepa por la pared. Corre por el tejado.

No piensa, corre. Instinto primario. Salta al suelo desde el tejado, suerte de edificio de piso único. Al caer, sufren las rodillas y los tobillos. El alarido probablemente la delata, así que debe seguir corriendo. La noche es oscura y la calle está vacía. Avanza dos manzanas antes de que el antiguo asma le pase factura, aminora el ritmo, intenta respirar. Respira… Tiene que detenerse. Para. Se sienta en el bordillo de la acera. Ahora, piensa. Piensa en lo que ha ocurrido y en lo que puede ocurrir. Silencio en la inmensidad, no hay sirenas de policía, no hay viento, no hay ruido. No sabe si está acabado el trabajo, se supone que sería fácil. Una ejecución, nada de carreras, puñetazos o patadas. Ya no estaba para esos trotes. Se pregunta si cobrará el cheque, o si vivirá el día siguiente. Echa un último vistazo, escucha el silencio. Se levanta y camina. Se promete una vida mejor, como cada noche, como cada día. Se aleja. Se va. 

miércoles, 13 de marzo de 2013

''I go to see the Wizard''


Rebañó su vida con una cucharilla de café, y comenzó el camino. Un sinuoso sendero oscuro y verdadero reptaba hacia las montañas, y la maleza regaba sus orillas en busca de un halo de esperanza. Sus pasos lentos e inseguros tronaban en el imperante silencio. Un viento ligero mecía las hojas pétreas de los árboles, de las plantas. Un manto rojizo se elevaba en el Este, las colinas eran puras y suaves. La curiosidad roía su alma y lo convertía en un niño inquieto, pero los latidos de su corazón lo retenían en la oscuridad. Esa curiosidad dio paso a la interrogación, y empezó a pensar. Cuestionó el final del viaje, y el principio; cuestionó a quién fuere su guía, o a quién fuere su responsable. Fabricó una rebelión y una solución: él sería su propio guía, su propio destino y su propia alegría. Pero inevitablemente surgió el caos, se derrumbó su mundo. El camino a seguir era demasiado ancho y demasiado largo. Contempló con envidia y furia cómo las inocentes mariposas revoloteaban en parejas, cómo las altivas aves volaban en bandadas. Un sentimiento que hasta entonces había subestimado latió con fuerza.

 Su alma se resquebrajó. Estaba incompleto, faltaban muchas piezas. No era un rompecabezas y adivinó rápidamente qué faltaba en la merienda. La gravilla azul acabó y las baldosas amarillas empezaron. Respiró  impureza. Vastas extensiones de trigo blanco y de maíz morado eran tan perfectas que carecían de belleza. Ahora sus pasos sonaban a un ritmo. Toc-Toc.

Toc-Toc. Supo que solo la magia podría rescatarlo de aquel delirio de soledad, y emprendió el camino tras mucho observar el horizonte. Entonó la canción. Se dispuso a bailar. Y le echó una carrera al viento.