miércoles, 13 de marzo de 2013

''I go to see the Wizard''


Rebañó su vida con una cucharilla de café, y comenzó el camino. Un sinuoso sendero oscuro y verdadero reptaba hacia las montañas, y la maleza regaba sus orillas en busca de un halo de esperanza. Sus pasos lentos e inseguros tronaban en el imperante silencio. Un viento ligero mecía las hojas pétreas de los árboles, de las plantas. Un manto rojizo se elevaba en el Este, las colinas eran puras y suaves. La curiosidad roía su alma y lo convertía en un niño inquieto, pero los latidos de su corazón lo retenían en la oscuridad. Esa curiosidad dio paso a la interrogación, y empezó a pensar. Cuestionó el final del viaje, y el principio; cuestionó a quién fuere su guía, o a quién fuere su responsable. Fabricó una rebelión y una solución: él sería su propio guía, su propio destino y su propia alegría. Pero inevitablemente surgió el caos, se derrumbó su mundo. El camino a seguir era demasiado ancho y demasiado largo. Contempló con envidia y furia cómo las inocentes mariposas revoloteaban en parejas, cómo las altivas aves volaban en bandadas. Un sentimiento que hasta entonces había subestimado latió con fuerza.

 Su alma se resquebrajó. Estaba incompleto, faltaban muchas piezas. No era un rompecabezas y adivinó rápidamente qué faltaba en la merienda. La gravilla azul acabó y las baldosas amarillas empezaron. Respiró  impureza. Vastas extensiones de trigo blanco y de maíz morado eran tan perfectas que carecían de belleza. Ahora sus pasos sonaban a un ritmo. Toc-Toc.

Toc-Toc. Supo que solo la magia podría rescatarlo de aquel delirio de soledad, y emprendió el camino tras mucho observar el horizonte. Entonó la canción. Se dispuso a bailar. Y le echó una carrera al viento.  

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