-Tómate el tiempo que quieras, chaval. El tiempo
aquí no fluye. Podemos tirarnos toda la eternidad aquí que nada va a pasar
fuera.
-P… y… Eh….uf…
-Pues es lo que viene a ser el limbo, ¿sabes?
-Er… yo… tú…pero…
-Venga, sigue así que un año de estos ya vuelves a
hablar bien. Bueno, año no, que por aquí el tiempo está de vacaciones.
-¿Eres mi tatarabuelo?
-Sí.
-¿Y por qué no hablas como hace un siglo?
-¿En serio? ¿Sólo se te ocurre eso? ¿Nada de “¿cómo
es el Más Allá?” o “¿dónde estoy?”? Estos jóvenes…
- Pero…estás muerto, ¿verdad?
El viejo, al que ya podemos llamar oficialmente
Godofredo sin quitarle suspense a la trama, aplaudió con sorna.
-Bravo, bravo. ¿Lo has descubierto tú solito?
-¿Estoy muerto?
-No. Sólo inconsciente. Le diste un buen guantazo a
ese animal.
-Entonces… ¿Qué hago aquí?
-Ahora mismo hablar conmigo.
-¿Pero cómo he llegado aquí?
-Yo te traje. Quería advertirte de que me voy a
aparecer como fantasma en la tierra y sólo tú me podrás ver.
-Ya, bueno, gracias por el avi… ¿Que tú qué?
-Ya te contaré allí con más calma, pero consideraba
necesario que no te llevases el susto allí, ya que podrían meterte en un manicomio
o algo así. Así que hala, avisado estás.
El viejo Godofredo volvió a convertirse en una
figura encapuchada y empezó a irse hacia lontananza transformándose en una
mancha negra en contraste con el colorido cielo multicolor.
Arturo, por su lado, se agachó de cuclillas y se
frotó la cara con las manos.
-Esto es un sueño…esto es un sueño…
Se dio más de un coscorrón en la frente con sus
propias manos al son de unos gritos que decía “¡Despierta! ¡Despierta!”.
Y despertó.
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