sábado, 15 de febrero de 2014

¿Amor?, mis cojones.

Antes de empezar he de avisaros de que no estoy ni medio de acuerdo con nadie, ni tan siquiera conmigo mismo. Por eso, en el futuro es muy probable que piense de manera distinta con respecto a este tema, o cualquier otro. Debéis ser pacientes y comprensibles. Puede que en un futuro me debáis llamar “Benedick, the married man”. Por favor, que nadie se sienta ofendido porque esa no es mi intención.

Whatever.

La gente romántica que hace actos estúpidos para demostrar su amor es, a falta de una palabra mejor, más concreta y menos permisiva, imbécil. Es cierto que estar enamorado te puede llevar a realizar actos de dudosa cordura; pero llenar de pétalos la cama de tu amado o amada, dejarles una ristra de los mismos que les lleven al mejor desayuno de sus vidas, para después proceder a pasar un día agarrados de la mano, abrazados y viendo (diciendo, oyendo y haciendo) pasteladas que harían vomitar al mismísimo Cupido no es amor. Eso es probarse a uno o una mismo o misma que sí está enamorado o enamorada de la persona con la que comparte saliva y otros líquidos fluidos de mayor o menor importancia. Además, desde mi punto de vista masculino, el hombre tendrá una perpetua erección por muy romántico que sea [en ese sentido no puedo hablar en nombre de la mujer].

El amor es estar confuso, y no pasa nada por admitirlo. No hay seguridades porque el 100% de algo puede convertirse en el 0% de lo mismo en cuestión de segundos. Creo que también es importante hacer el amor (follar, speaking in silver), y no desplegar un abanico de sonetos, versos y florituras artísticas del tres al cuarto. Los que hacemos eso [sí, escribo mierdas de esas], y los que se comportan de manera extremadamente romántica (aplíquese cualquier género humano), o bien estamos más solos que la una y nos desahogamos escribiendo nuestras pajas mentales o, en una vertiente más común y muy deshonrosa, queremos llevar a alguien al huerto [juro solemnemente que mis intenciones no son buenas]. Y que no me vengan con gilipolleces porque es lo que pasa. Ni el romanticismo está muerto, ni el amor de verdad extinto: nunca ha existido.


Se puede hablar del amor de forma inteligente o de forma estúpida; y el 90% de la gente que habla de él lo hace de forma estúpida y empalagosa. Creo. Ya me diréis en qué grupo estoy.

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