domingo, 27 de abril de 2014

La Epopeya Original III

III
La magia blanca existió y fue posible
y Ella vino veloz, presta y rauda;
utilizó una magia antaño punible
pero pura, de sepultura lauda.

Abrieron se el cielo y las nubes,
aparecieron se los ángeles y cupidos;
todos armados con grandes ubes,
y desmantelaron el amor maldecido.

La batalla sangrienta fue preparada,
los dos bandos se armaron con presteza:
la Luz por la Princesa comandada
y en la oscuridad, ¡tenebrosa fiereza!

El amante preso sufrió de tortura,
a pesar del pacto con dicho diablo;
y el pobre fantasma perdía la cordura
según veía arder el lustroso establo.

Las flechas del amor fueron devueltas;
por el tesón y resistencia de los amantes,
los cupidos se rindieron a cuentas
de la pureza de nuestros queridos dantes.

sábado, 19 de abril de 2014

La Epopeya Original II

II
“¡Salvador nuestro!” muchos lo llamaron,
a quien su sacrificio dio una victoria,
pero no todo eran rosas; otros le lloraron
esperando a mesa puesta y con pepitoria.

Las lágrimas surcaron sus mejillas,
que supuraron de sus enamorados ojos;
¡el pobre diablo quiso probar cerillas!,
¡quiso teñir sus ropajes en violento rojo!

Sonaron metálicas, solemnes trompetas,
pues impío y cobarde fue su acto,
cuando la negrura trajo de vuelta
a modo de pago de un leve contacto.

Cual fantasmagoría vino el héroe muerto,
sin tacto, piel o aire en los pulmones;
podía ser visto incluso por tuertos,
mas no tocado, ni pisado por talones.

Él era a medias, la oscuridad era entera,
su amante condenado y de ella presa,
nadie podía plantar cara ni cera:
¡Ayuda, ayúdanos poderosa Princesa!

sábado, 12 de abril de 2014

La Epopeya Original I

I
Acabó se la verdad y la locura
en un muy concreto movimiento
del acero puro; y la cordura
aferrada se mantuvo al cemento.

El viento agitó se en la hondonada
y cubrió de polvo el cementerio,
llenándolo entero de ceniza calcinada
bajo los ojos negros del Imperio.

La tierra sus fauces y grietas selló
para la muerte atraer en sus arenas;
cegando las bocas que antaño amañó
con aires cansados, pinchando venas.

Y el héroe surgió en buena nueva,
espada, escudo y hacha en mano,
para penetrar en la oscura cueva
y apagar el fiero fuego ufano.

La oscuridad grisácea atrapó le inmóvil
e inmoló se con un agreste sucedáneo,
la luz se hizo en la ahora cueva dócil
y la tiniebla huyó al pasadizo subterráneo.

jueves, 10 de abril de 2014

La parábola del insulto florero

No mucho tiempo atrás, años ha, alguien me comentó, con animosa y didáctica alevosía, que yo era “un capullo”. En aquellos tiempos de banalidad, ignorancia y pedantería, me las tenía yo de superior; y aqueste insulto nada me agradó.

Ahora ya soy mayor, no mucho más, pero sí lo suficiente. Comprendo ahora que la persona que intuyó y adivinó mi condición de capullo tenía mucho más que la razón de su parte. En aquellos tiempos no tan lejanos, yo era un capullo, efectivamente.

Lo asombroso de esta historia, y excepcional, es que ser un capullo no es malo, para nada. Se trata más bien de un estado. Un estado de la mente y un estado emocional; es un calificativo destinado a supurar.

¿Saben ustedes algo de las flores? Grandes símbolos de amor y amistad, las flores se abren y florecen tras estar herméticamente selladas; y nadie se queja cuando están así. La gente piensa “es sólo un estado temporal, ya florecerá”. Y la gente tiene razón. Ahora hagan el favor, y adivinen cómo se llama a aquello que encierra a la flor antes de su expansión.

Han adivinado correctamente, pues “capullo” es su nombre y “de flor” es su apellido. Ahora, déjenme preguntar.

¿Por qué la gente echa en cara la soledad y el silencio, cuando las flores están calladas? ¿Por qué la gente insiste en que mi cerrazón no es algo normal y que debiera, con impunidad, abrirme a la sociedad; mientras que de las flores piensan “qué bonitas en un futuro serán”? ¿Por qué he de ser diferente a una flor, mientras que las flores no pretender ser otra cosa que lo que son? ¿Por qué ser un capullo de persona es diferente a ser un capullo de flor, si al final todos floreceremos, creceremos y nos marchitaremos?

Ser capullo no está mal, siempre y cuando no lo interpretemos mal. Ser capullo es aprender, absorber y callar; pero no por ello voy a ser de una persona la mitad. Ser capullo es proyección de futuro, y si no te gustan mis silencios, mis esperpentos y mi distancia; nunca verás ni un pétalo de mi buena esperanza.


Y así, con moraleja y moralina, concluyo esta parábola del solitario. Una figura viandante, amante y amable que solo quiere ser como los inexistentes dioses crearon. Para algunos será un capullo, para otros será una flor por eclosionar; pero para todos será, siempre y perpetuamente, aquella persona que nunca quisieron abrazar.

lunes, 7 de abril de 2014

La canción por compasión

¡Alegría, alegría! ¡Ya han vuelto a la ciudad!
Era de noche en la estación,
Pero encomiable fue su temeridad.
¡Todos juntos a entonar la canción!

¿Alegría, alegría? ¿Ya han vuelto a la ciudad?
Es por la mañana en mi habitación,
Y estoy en cama por enfermedad.
¿Cómo voy a andar sin mi bastón?

¡Demencia, demencia! ¡Ya han venido a la ciudad!
Hace frío en la Avenida de la Ilustración,
Aunque han eludido bien mi maldad.
¡Todos juntos a arrancarme el corazón!

¿Demencia, demencia? ¿Ya han venido a la ciudad?
Tengo calor y toda la razón,
Así que solamente a mí alabad.
¿Se te ha hecho muy corta la ración?

Volad libres por el mar y la ciudad,
Pues algún día hallaréis aquella canción,
Esa canción honesta y de verdad,
Que consiga una pizca de compasión.