III
La magia blanca existió y fue
posible
y Ella vino veloz, presta y
rauda;
utilizó una magia antaño punible
pero pura, de sepultura lauda.
Abrieron se el cielo y las nubes,
aparecieron se los ángeles y
cupidos;
todos armados con grandes ubes,
y desmantelaron el amor
maldecido.
La batalla sangrienta fue
preparada,
los dos bandos se armaron con
presteza:
la Luz por la Princesa comandada
y en la oscuridad, ¡tenebrosa
fiereza!
El amante preso sufrió de
tortura,
a pesar del pacto con dicho
diablo;
y el pobre fantasma perdía la
cordura
según veía arder el lustroso
establo.
Las flechas del amor fueron
devueltas;
por el tesón y resistencia de los
amantes,
los cupidos se rindieron a
cuentas
de la pureza de nuestros queridos
dantes.
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