Prefiero ser el mejor de los peores que el peor de los
mejores, sin duda. Al igual que es mejor ganar el tercer y cuarto puesto que
perder la final.
Soy mediocre en todo lo que hago, y hago muy pocas cosas.
HUMO Y MÚSICA
El otro día estaba sentado en el porche de mi casa,
meciéndome sobre las patas traseras de la silla mientras fumaba un cigarro. Era
mi quincuagésimo cigarro, ya estaba experimentado en fumar, pero tosí. La tos
me forzó a asentar las patas delanteras en la madera del porche. Mi hermana
estaba paseando por jardín con un chaval que no era de mi agrado, pero tampoco
era mala persona. Supongo que sólo quiero protegerla. Pararon de andar y se
sentaron en el césped, estaban bastante lejos y era difícil distinguir sus
caras y expresiones.
Entré en la casa, cogí mi chaqueta y la de mi hermana y
volví a salir. Apoyé su chaqueta contra la barandilla del porche mientras me ponía
encima la mía. Seguía con el cigarrillo en la boca pero hacía bastante que no
daba una calada. Cogí la chaqueta con la mano derecha y con la izquierda sujeté
el cigarrillo mientras le daba una calada. Me lo quité de la boca mientras
bajaba los cuatro escalones hasta el suelo y me dirigí hacia mi hermana y su
novio.
Su novio me tiene bastante miedo, supongo que por la barba
irregular que tengo y mi cara de pocos amigos. Supe cuándo me vieron ir hacia
allí porque él se movía inquietamente. El cigarrillo se me acabó y lo tiré al
césped después de mirar que no estuviese candente todavía. Cuando aún faltaban
unos dos metros le tiré a mi hermana su chaqueta.
-¿Queréis algo de beber, tortolitos?
Su novio, mirando al suelo, negó con la cabeza.
-Sí, tráenos algo, por favor.
-¿Leche, un batido, zumo, agua, cerveza?
-Cerveza.
Me di la vuelta sin tan siquiera parar. Oí un beso, pero no
miré para atrás. Entonces mi hermana empezó a cantar. Tiene una voz hermosa y
dulce. Cuando era pequeña era ella quien cantaba las nanas antes de dormir.
Supongo que oírla cantar me recordó aquellos tiempos porque me giré con una
lágrima metida en el ojo. Estaba de pie caminando ligera alrededor de su novio.
Entonces comprendí que no necesitaba mi protección. Comprendí
que es una sirena, una magnífica persona y que sabe cuidar de sí misma.
Comprendí muchas más cosas, algunas de ellas freudianas. Comprendí que somos
los mediocres los que necesitamos protección y ayuda, porque las virtuosas son
libres y voladoras.
Cuando les di sus cervezas volví a mi silla y me senté.
Encendí otro cigarrillo y cerré los ojos. Dejé que la melodía de la naturaleza
llenase mi mente y distinguí la voz de mi hermana. Canté con ella, con mi voz
grave y desafinada.
Soy mediocre en todo lo que hago, y estoy orgulloso. Nadie puede afirmar que sabe hacer tantas cosas como yo, aunque no las haga bien. Pero todos son buenos en algo menos yo.
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