El silencio inunda la calle. Apenas un coche o dos
pasan por ella, rompiendo su quietud. La luz de la luna no sirve para nada, las
farolas desprenden su radiación amarilla matando cualquier atisbo de
luminosidad pura. Desde mi sucia ventana observo que nadie camina por la
acera. Me pongo pensativo, filósofo. Con los ojos fijos en los automóviles
aparcados, navego buscándome en mi interior. Pero no hay nada, absolutamente
nada. Apenas una idea o dos pasan por mi mente, rompiendo la ignorancia que me
hacía feliz. Mi creatividad queda paralizada, las luces de Internet toman mi
conciencia arrancando cualquier atisbo de creación pura. Desde mi atalaya
observo el mundo, y no lo entiendo. Me pongo nervioso, inquieto. Decido soñar
la vida y vivir del sueño, sigo en mi atalaya. Anhelo un rescate, la salvación;
pero soy un hombre, y mi conciencia me dice que debería ser yo el que fuese al
rescate de una mujer. Y lo odio. Se espera tanto de mí, y lo odio. No puedo dar
más de lo que tengo, y no tengo nada más que la certeza de vivir en el
bulevar menos transitado de Madrid.
Me gusta bastante este "microrelato descriptivo". Sigue así! Y ya sabes si necesitas salir de ese bulevar poco transitado, ya sabes donde encontrarme.
ResponderEliminarUn saludo.