Mortimer
Mortimer llegó exultante a casa. Tan exultante que si hubiese sido humano con toda probabilidad lo habría hecho cantando y bailando; pero, al ser un elfo ex-doméstico, se limitó a entrar sin arrastrar los pies.
Mortimer llegó exultante a casa. Tan exultante que si hubiese sido humano con toda probabilidad lo habría hecho cantando y bailando; pero, al ser un elfo ex-doméstico, se limitó a entrar sin arrastrar los pies.
La casa en cuestión era poco más grande que una caseta para
perros, es más, hay algunas casetas para perros que son más grandes que esa
casa pero no es ni el sitio ni el lugar de reivindicar una vivienda justa para
una raza que hace más bien poco salió de la esclavitud y que además lo hizo a
trompicones y sin confianza. Dentro, la casa estaba organizada de manera
extremadamente inteligente: nada más y nada menos que ocho habitaciones en
menos de diez metros cuadrados. Esto se explica porque cuando estos seres de
naturaleza mágica pero sumisa servían para tal o cual familia, estaban
condenados a dormir en el interior de un armario o, si tenían suerte, en el
mohoso y roñoso ático de dimensiones no muy espectaculares. Huelga decir que
ningún elfo se había quejado hasta que el movimiento de liberación P.E.D.D.O.
surgió.
Nada más entrar en la casa, Mortimer fue directo a la cuna
en la que dormía plácidamente un bebé elfo. A ojos de los humanos los bebés
elfos son, primeramente, inexistentes ya que tan solo tres de nuestra raza han
alcanzado a verlos y es que si hay algo que los elfos no toleraban ni cuando
estaban besando los pies de sus amos, era eso. Era algo innegociable. En
segundo lugar, son endiabladamente feos dentro de los cánones de belleza
humanos. De estos tres humanos que han visto un bebé elfo, dos murieron del
susto y la otra (la única mujer humana) se arrancó los ojos. Mortimer cogió en
volandas a Mostolova y ella empezó a
llorar. Entonces, una amargada y joven elfa entró en la habitación.
-¿Qué haces, Mortimer?
-Traigo buenas noticias, cielo.
-¿Sí?
-Sí, tengo trabajo.
-Agradezcámoslo al cielo. ¿Dónde?
-En España, creo.
Silencio. La joven lo miró perpleja.
-¿Qué? ¿Te has vuelto loco? ¿Qué dices?
-Tranquila, que estos humanos me han dicho que seguro que
encuentran trabajo para ti. Quieren que sea el secretario de su negocio o algo
así. Yo creo que es una buena oportunidad porque aquí me comía los mocos sin
saber hablar bien el idioma, ¿no, Lu?
Lucinda, así se llamaba la esposa de Mortimer, era mucho más
joven que él y la razón por la que se casó con él fueron tres razones, en
realidad: la primera porque realmente estaba un poco enamorada de él, digamos
que esto es un 30% del motivo; la segunda porque él venía de servir a una
familia muy rica, digamos que esto es el 40%; y la tercera porque ella fue tan
estúpida de creer que los humanos le darían algo de dinero, pero no lo
hicieron, digamos que esto es el 30% restante.
Mortimer, por su lado, se casó con ella por las mismas razones. Ella, a
los ojos de un humano tiene cierto atractivo físico, es decir, no es tan fea
como nos lo parecen los demás elfos; pero a ojos de un elfo es muy poco
agraciada.
-No, yo creo que no. Creo que has aceptado trabajar para dos
desconocidos sin saber ni el sueldo no las condiciones laborales ni nada. Creo
que has aceptado un contrato basura y que te van a usar de mala manera, Mortimer. No deberíamos ir.
-Pues siento haberlo hecho, pero tal y como están las cosas
por aquí, prefiero trabajar por poco dinero que estar humillándome día sí y día
también por los hoteles y playas y todas esas mierdas de por aquí,
sinceramente. Yo no elegí ser despedido de mi trabajo, fue culpa de tu
P.E.D.D.O. que esté en esta situación. Así que no me hables de contratos basura
ni situaciones laborales ni mierdas de esas como si supieses porque no sabes una
mierda. Somos elfos, por el amor de una madre, no sabemos nada de estas cosas.
Así que no me digas lo que debo hacer porque me estoy muriendo del asco con
esta vida tan infrahumana e infraélfica
en la que me ha dejado esta revolución. Yo voy a ir, y me voy a llevar a
Mostolova. ¿Vendrás tú también?
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