¿Es una de las mejores películas del año? Sí. ¿Es una
película casi perfecta? Probablemente lo sea. ¿Ganará en los Oscar? Seguramente
sea una firme candidata. ¿Lo merece? Digamos que los Oscar no merecen una
película así. ¿Es la obra maestra de Steve McQueen? Ni de coña.
2013, el
ciclo de la esclavitud.
No puedo evitar hacer referencia a la película con la que
yo, simbólica y personalmente, empecé el año: Django desencadenado. Con esta película de Steve McQueen, se cierra
el círculo. Las comparaciones son odiosas, y más cuando éstas enfrentan a dos
cineastas tan diferentes como Tarantino y McQueen. Aun así, intentaré
representar las diferencias en una frase o dos. Si Tarantino usa la esclavitud
en tono satírico, sádico y como vehículo para ofrecer espectáculo mediante la
cinefilia, McQueen la usa para mostrar cómo de deleznables, mediocres y
propensos a la humillación podemos ser los seres humanos.
Steve
McQueen, degenerado sexual.
Lo primero, no os toméis el subtitulillo este al pie de la
letra porque no sé cómo es la vida sexual del susodicho. Lo segundo, en esta
película hay un aspecto secundario muy perturbador que es la relación del
personaje de Fassbender con la esclava Pats, lo que me recordó, inevitablemente,
a la anterior (y mejor) película de McQueen, Shame.
En esta película, eso sí, está tratado con menos sutileza
pero mucho más poderío visual, como es la película en sí: un alarde de poder y
solidez ante lo que muestra de forma que evita posicionarse del lado de ninguno
de los dos bandos (de esto se encarga la música del siempre hiperactivo
Zimmer).
¿Pero quién
para a este tío?
Me refiero al ya anteriormente mencionado Fassbender, por
supuesto. Este actor está en todo y en todo está bien, como mínimo, y excelente
como norma general. Esta película no es una excepción ya que McQueen desde Hunger ha sabido sacarle mucho jugo a
este hombre. A pesar de eso, sé quién puede parar a este hombre. Hacen falta no
uno sino varios miembros del reparto en estado de gracia para hacer que la
sombra de Fassy sea igual de grande que la del resto de actores y actrices. El
mayor peso de ese trabajo recae en Chiwetel Ejiofor (Love actually, American
Gangster) y en Lupita Nyong’o, que interpreta a la esclava objeto de las
brutalidades (sexuales o no) de Edwin Epps (Fassy) con la inestimable pero
sorprendentemente prescindible ayuda de Benedict Cumberbatch, Paul Giamati,
Paul Dano y Brad Pitt.
Y la
Academia quiere apuntarse el tanto, por supuesto.
Como era de esperar, esta película se ha transformado de
forma casi inmediata en una de las candidatas a arrasar en los Oscar
(personalmente marco el trabajo de fotografía y la dirección como categorías
que estarán nominadas, seguro). Esto es algo que a mí me resulta del todo
injusto. Injusto porque Shame debería
haber sido premiada con al menos dos Oscar (y, ojo, digo premiada, no nominada); pero al tratar un tema tan escabroso, y
hacerlo de forma tan terrorífica, la amable Academia les ignoró por completo.
Después de ese feo en el que ni tan siquiera fueran nominados ni McQueen por la
dirección ni Fassbender por la interpretación, yo pasaría olímpicamente de
ellos.
Si tuviese que puntuar esta película, la pondría un 8 u 8’5,
siendo la peor (o menos buena, o la menos perfecta) película de Steve McQueen.