De vez en cuando se levantaba al baño. Su vejiga era
pequeña.
Otras veces se levantaba a beber agua. Su sed era infinita.
Luego estaba un par de horas durmiendo, por las apariencias.
Un destello de luz entró por los ojos de las persianas
bajadas y atizó su párpado directamente. Abrió sus propios ojos. Se incorporó
lentamente, apartando con su mano izquierda la fina sábana que cubría su cuerpo
desnudo y voluptuoso. Bajó de la cama por las escaleras, se vistió con unas
bragas y salió directa a la cocina. Bostezando, se estiró alzando los brazos
hacia arriba. En la cocina se encontraba aquel hombre. Él estaba dormitando
encima de su taza de té, esperando a ser despertado.
Ella acarició la espalda desnuda del hombre, que vestía tan
solo unos calzoncillos apretados, y cogió una taza para sí misma. Se sentó al
lado del hombre, en el lateral contiguo de la cuadrada mesa, y se sirvió un
suntuoso y afrodisiaco café.
El silencio era música y estaba siendo interrumpido
intermitente y únicamente por los cantos de los pájaros mañaneros que llegaban
desde el exterior, que proporcionaban paz interior para los dos.
La maleta que meses antes estuviese en la puerta, ahora se
encontraba escondida en algún rincón oscuro esperando a ser desenterrada. Los
motivos por los que fueron necesarias tales medidas habían sido olvidados
tiempo atrás, estableciendo una pacífica tensión entre la mujer y los que la
habían engendrado.
Pensó en que debería volver a casa en algún momento del año.
Pero decidió que eso sería otro día, otra semana, otro mes, otra estación. Su
venganza sería esa. Esperaba que no estuviese siendo demasiado dura con ellos.
Tanteó cuidadosamente el café, con la esperanza de que no
estuviese demasiado caliente. Estaba bien. Coquetamente, el hombre había
empezado a acariciar la pierna de ella mientras la miraba sonriente. Él
esperaba que, tras tantos meses de compartir cama y de llegar a niveles de
confianza tan elevados, ella le devolviese el inocente coqueteo. Pero fue
demasiado para ella y tiró el té del muchacho a la cara del mismo.
Él se levantó rápidamente al tiempo que se quedaba boquiabierto.
Sin mediar palabra, se metió en la ducha. Ella se levantó lentamente una vez
que escuchó el agua de la ducha caer. Su pelo anteriormente pelirrojo se había
vuelto negro oscuro azabache y sus virtudes se habían vuelto defectos. Se tumbó en la
cama muy contenta, silbando.
Cuando él salió de la ducha, se dirigió a algún rincón
oscuro del que sacó la maleta. Entró en la habitación y la empezó a llenar,
mientras ella lo insultaba y amenazaba con matar. Él, completamente callado,
dejaba caer una pequeña lágrima. Intentó reprimir tales sentimientos y sacó a
esa mujer de su vida. Ella se quedó en el rellano de la puerta patidifusa,
decepcionada y estúpidamente enfadada.
Su ignorancia era explícita, pero se callaba, por las
apariencias.
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