Inspiró, expiró. Inspiró. Expiró.
Inspiró.
Expiró.
Su respiración fue ralentizándose según pasaban los minutos
a la vez que se hacía más profunda. Podía notar cómo el aire penetraba en las
fosas nasales y arrasaba su interior con velocidad. Sus párpados cada vez
pesaban más y la oscuridad se hacía más duradera, menos intermitente.
Crack. Un ruido la despertó del estado silente y durmiente
en el que se encontraba. Incorporó su tronco abriendo los ojos con demasiada
rapidez. Se mareó un poco, pero siguió en posición de guardia. Con la mano
derecha apoyada en la cama, se quitó la sábana y la manta de encima con la
izquierda para sentarse en la cama, dejando sus pies oscilando. Se encorvó un
poco, apoyó los codos en las rodillas y se rascó los ojos, limpiándolos de
legañas.
Llevaba un camisón amarillo semitransparente que dejaba
intuir levemente las carnes de su voluptuoso cuerpo. Una media melena pelirroja
que se le había ido de las manos caía de su cabeza. Amagó el bajarse de la cama
con total normalidad, pero se dio cuenta de que la cama no era suya y que se
encontraba a una altura ligeramente superior. Así que bajó por las escaleras.
Empezó a intentar esclarecer lo ocurrido la noche anterior
mientras caminaba con prudencia por la casa que no conseguía reconocer. En un
espejo que había en mitad del salón se descubrió con una prenda de ropa que no
era suya. Además, empezó a tener frío. Volvió al cuarto del que había salido y vio
que en la cama de la que había bajado había un hombre dormido, plácidamente
dormido.
A él sí lo reconoció. Empezó a calmarse porque sabía dónde
estaba, se dio cuenta de que había estado antes allí; pero se preocupó por lo
que podría haber pasado antes. Se dio cuenta de que le dolía la cabeza.
Inspeccionó sus zonas íntimas para ver si había algo raro
que pudiese confirmarla que habían pasado cosas, pero las encontró como siempre.
Después de esto empezó a buscar su ropa, ya que consideraba que debía irse a
casa, pero se dio cuenta de que no sabía qué hora era, por lo que miró el reloj
del pasillo.
Las cuatro de la mañana. No iba a ningún lado sin el metro
abierto. Pensó en si podía llamar a su familia, pero vio una maleta suya en el
salón. Había huido de casa, pero ahora no recordaba por qué.
Sin saber bien qué hacer, dio media vuelta y volvió a la
cama. Inspiró, expiró. Inspiró. Expiró.
Inspiró.
Expiró.
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