miércoles, 23 de octubre de 2013

Earthófilos

Cansado desde la primera luz del alba, el portentoso jinete de cabeza desproporcionada vagaba dando tumbos por doquier. Era un desierto plúmbeo y sacro y daba vueltas en círculo aunque no lo sabía. Como un capitán sin su barco, el jinete estaba desprovisto de caballo desde hacía ya más tiempo del que podía recordar, y eso no le gustaba nada. Quizá fue por eso por lo que se decidió a dar vueltas en círculo, no fuese a ser que se alejase aún más de la civilización o peor: que se acercase a ella. Sin limitarse a hacer cada vez más cortos movimientos de traslación sobre una duna en concreto, comenzó al poco tiempo a rotar sobre su propio eje. Y así estuvo años y años y años. Hasta que un día todo cambió.

Era ya, según sus cálculos renales, la vuelta número cinco trillones -billón arriba, billón abajo- y desde hacía ya un tiempo que se notaba más liviano. Esto lo atribuyó a una falta gravísima de alimentos, pero desechó la idea al comprobar que su barriga seguía teniendo las mismas dimensiones planetarias de siempre. A pesar de todo, se notaba más ligero. Además, desde hacía ya un par de años (o algo así) la arena del desierto había empezado a conquistar sus pies y por mucho que se sacudiese, no cejaba en su empeño de ascender y tomar la pierna entera. Y este día en concreto, mientras casualmente daba la vuelta cinco trillones, intentó de nuevo sacudirse la arena: mientras caminaba dando las vueltas elípticas y giraba en 360º continuamente, se agachó para sacudir los pies y ello provocó que comenzara a dar unos graciosos saltos que elevaban ambos pies del suelo. Al tercer salto no volvió a tocar el suelo nunca más.

Y así, flotando, se pasó otras mil millones de trillones de vueltas. Pero esta vez las vueltas se hicieron más amenas, ya que emprendió una guerra cruenta y desigual contra los granos de arena que saltaban hacía él, aunque pronto se rindió y dejó que, día a día, la arena tomase todo su cuerpo. Al final, se encontró con que algo similar a una bola de nieve, pero arenosa, se había formado a su alrededor. Pero la cosa no acabó allí, porque cuando ya se había abandonado a su suerte pero aún estaba vivo, escuchó un trueno sintió cómo gotas de agua caían sobre él. Al principio, creyó que esto le limpiaría y le quitaría la arena de encima, pero lo que realmente sucedió es que la bola de arena se convirtió en una bola de barro. Y entonces… un rayo fulminó la bola con toda la energía de la electricidad.

Con el paso del tiempo, la bola se hizo más y más grande. Y el que anteriormente fuese orondo jinete, se había convertido en el minúsculo núcleo de un planeta. Vivo para siempre, se enfadó tanto por haberse visto en esa situación y, sobre todo, se cabreó tanto porque en realidad le gustase esa situación que, literalmente, estalló en un mar de llamas, lava y furia incandescente. Su alma se adhirió a toda la gran bola, al planeta, y comenzó a moverlo a su gusto.

Y así, comenzó el ciclo reproductivo asexual de la etapa adulta de un nuevo planeta.


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