martes, 1 de octubre de 2013

Fan fiction IV

Marco Antonio

-Entiendo perfectamente lo que me quiere decir, Mortimer, pero no puedo hacerlo.

Marco Antonio estaba sentado en un sillón de la sala de espera del hotel con las piernas cruzadas y con un vaso generoso de whisky. Frente a él estaba Mortimer de pie con su hija en brazos.

-No puedo llevarme a la pequeña sin el consentimiento de la madre, es algo… que no puedo, ¡narices! Por principios. O vienen todos o no viene ninguno, pero lo que no puedo hacer es separar una familia por un trabajo que perfectamente podría hacerlo aquí, señor.

-Yo… necesito el trabajo y aquí no manejo bien el idioma… me siento miserable por haber secuestrado a mi propia hija, pero tenía que hacerlo para que mi Lu viniese conmigo.

Unas lágrimas empezaron a caer por la cara de Mortimer. También reprimió el hipo de la llorera anterior inútilmente. Marco Antonio le tendió un pañuelo blanco y pulcro al tiempo que daba un trago al vaso.

-Esperemos que Atalaya encuentre a Lucinda y la traiga sana y salva –dijo tras tragar el sorbo de whisky–. Tranquilícese, seguro que todo está bien.  

Mientras Mortimer se secaba la cara, la puerta del hotel se abrió violentamente y entró Lucinda con la cara encendida, al rojo vivo, con claros signos de furia reprimida, señalando a Mortimer.

-¡Tú, hijo de un tren cargado con mil millones de putas! ¡Bastardo! ¡Cómo te atreves a quitarme a mi hija, sabandija asquerosa! ¡Devuélvemela!

Mortimer le ofreció a su hija con la cabeza baja. Por los gritos de Lucinda, la pequeña empezó a llorar.

-¡Eso es, dámela! Tranquila… mamá ya está aquí…

Mortimer empezó a disculparse, soltando mil y una explicaciones de por qué lo había hecho, de por qué debían irse a España y de por qué se arrepentía de todo.

Atalaya se sentó en el regazo de Marco Antonio y le besó.

-Creo que no deberíamos llevarnos a esta familia, Marco. No es nuestro empleado y ya hemos tenido que protegerle, es problemático.

-Venga, mujer, es un viejo que ha tenido la mala suerte de querer a su hija por encima de a su mujer y de no saber controlar sus impulsos antes las oportunidades.

-Si quisiese a su hija no la habría intentado separar de su madre.

-Touché. Al menos, se arrepintió en seguida. Les voy a decir que se queden aquí todos, que ya encontraremos a alguien.

Marco Antonio se levantó hacia la pareja que se estaba abrazando en clave de reconciliación unos metros más lejos. Marco Antonio se preguntó qué diablos había dicho Mortimer para conseguir calmar a una madre en cólera y entonces recordó cómo había conseguido hacerse amigo de los dos dragones el día anterior. 

Llegó al sitio donde estaban los elfos domésticos y empezó a hablar.

-Veré, Mortimer, hemos estado pensando y creo que será mejor que se quede a… -se paró en seco porque un resplandor verde entro en el hotel –…quí con su familia.

Inmediatamente después del relámpago la puerta de madera del hotel se rompió, junto con unos trozos de pared cercanos, debido a la colisión de un troll muerto. Mientras los pocos clientes y los empleados del hotel se hacían una idea de lo que estaba pasando, Marco Antonio puso a los elfos tras de sí y sacó su varita, por primera vez en las vacaciones. Entre el polvo que se había levantado, una figura humana entró caminando. Tenía la capucha echada, la varita en la mano izquierda y Marco Antonio lo reconoció inmediatamente. Aunque le reconoció no podía creer que fuese él. No podía ser.

-Joder.
    


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