31. X. 2094.
Esta mañana, recogiendo las hojas y escritos de mi fallecido padre, me he
encontrado con uno de sus pocos escritos sin publicar. Me sorprende
profundamente que no publicase este pequeño ensayo sobre la sexualidad pues
estoy bastante de acuerdo con él. Aunque sí observo claros signos de que está
sin concluir y ciertos atisbos de ser pensamientos de juventud que
perfectamente podrían ser la causa de su nopublicación.
Encuentro, sin faltar a la verdad, su discurso errático y confusión en sus
explicaciones. Nevertheless, espero
que lo encontréis tan inspirador como he hecho yo.
“A 7 de mayo de 2014.
Cuando era un adolescente
creía que era gay. Y eso me preocupaba. No sólo me preocupaba el qué dirán, que
también; lo que más me preocupaba era que realmente me gustaban las chicas y no
quería que me dejasen de gustar. Vaya una paradoja.
Esta creencia me asaltó porque
los demás adolescentes chicos de alrededor mía empezaban a “desarrollar” su
sexualidad: que si se habían liado con esa o si se habían enrollado con aquella
otra. O eso decían ellos. Yo no había dado ni un simple pico.
Con el tiempo (el poco
que ha pasado), me he dado cuenta de varias cosas y, seguramente, esas cosas
sean verdad sólo a medias porque aún me queda mucho por aprender (y no, no hablo de cosas académicas). El caso es que ahora
mismo creo firmemente que, para empezar y como base de una vida saludable, ser
homosexual no está mal. Es más, las orientaciones sexuales están completamente
sobrevaloradas. De hecho, escribo esto para no tener que discutir con nadie
acerca de mis creencias porque creo que no es algo debatible porque no hay nada
que debatir: uno es como es y a cada cual le gusta lo que le gusta. ¿Por qué
cargar contra alguien por sus inclinaciones? ¿Por qué no se ha dejado a cada
cual ser como ellos y ellas quieran ser? No quiero saber las respuestas a esas
preguntas.
A pesar de todo, tengo mi
propia teoría desarrollada a partir de otra teoría antiquísima que me contaron
en una clase de griego antiguo de cuyo nombre no soy capaz de acordarme. Y es
la siguiente.
[La historia que narro no
creo que ocurriese en este orden (si es que acaso ha ocurrido), pero espero que
entendáis lo que quiero decir; y por sociedad me referiré siempre a la
occidental nuestra porque de la otra sé menos aún que de la nuestra.]
En el principio de todo,
había mujeres y hombres, creo que debería empezar por ahí. No había sociedad
aún (o esta se encontraba en sus albores) y, por consiguiente, no había
prejuicios ni malos pensamientos porque aún no pensábamos mucho. Creo
firmemente que por aquellos momentos éramos bisexuales, como bien sabían y
toleraban y promovían los griegos antiguos (a su manera en cierto sentido
machista). Pero se creó una sociedad y luego, algo después, se creó un dios y
luego ese dios nos habló. O dicen que habló. Y lo que dijo se interpretó, y una
de las lecturas que más ha triunfado es la siguiente: los hombres solo pueden
sentirse sexualmente atraídos por las mujeres y las mujeres, por los hombres (únicamente
dentro del matrimonio, por supuestísimo).
Y ahí es cuando todo se
vino abajo. Se reprimieron sentimientos, deseos y anhelos y eso provocó más
guerras de las que habrían tenido que ocurrir, creo yo. Al tiempo que la
sociedad avanzaba (en sentidos políticos y económicos), también avanzaron los
cerebros y los corazones: algunas mujeres empezaron a sentirse hombres y
algunos hombres empezaron a sentirse mujeres, y eso era inaceptable, válgame
dios. El travestismo quedó inmediatamente fuera de lugar y de mal gusto.
El travestismo y la
transexualidad provocaron que la bisexualidad se volviese ambigua (¿y si te
gusta un hombre que se siente mujer y se viste como tal -e incluso se cambia de
sexo- siendo tú un hombre?) y se empezó
a hablar de la pansexualidad como una desviación más del camino recto de la
heterosexualidad. Pero creo que se trata simplemente de la evolución natural de
nuestra bisexualidad innata.
Una reflexión: si hay
gays, lesbianas, bisexuales, pansexuales, asexuales (ya sabéis, quienes no
sienten especial deseo ni atracción por las relaciones sexuales en general),
mujeres que se sienten hombres que se sienten atraídas hombres, hombres que se
sienten mujeres que se sienten atraídos por mujeres, (y seguro que se olvida
alguna orientación y combinación más que merece ser mencionada y, por ende,
respetada; ruego me disculpéis) ¿por qué demonios sigue siendo la heterosexualidad
el camino correcto? ¿Por qué sigue siendo comidilla el “pues me he enterado que
Fulanito es gay” y no el “pues me he enterado que Menganita es heterosexual”?
Pues porque la heterosexualidad se da por sentada.
No sé si os preguntaréis
o no si finalmente soy gay o qué narices soy, pero sea lo que sea encontraréis
argumentos para desacreditarme o atacarme. Soy heterosexual: “bah, no sabes de
lo hablas”, muy cierto, evidentemente esto que estoy diciendo no es la ley, es
un intento de organizar mis sentimientos y pensamientos caóticos. Soy cualquiera
de las otras posibilidades: “es que estás quemado y enfadado con la sociedad
por no aceptar cómo eres y lo escribes sin objetividad porque tú eres uno de
ellos”.
Pero claro, no declarar
cual es mi sexualidad sería hipócrita por mi parte. Estoy al sesenta por cierto
seguro de que soy heterosexual, al treinta por ciento de que soy bisexual y al
diez por ciento de que soy pansexual. Creo, mi juventud me impide aclarar mis
sentimientos y mis pensamientos.
Lo que quiero decir con
todo esto, si es que quiero decir algo, es que”