Deshuesados y
arrodillados,
Los cuerpos yacían
sin respirar;
Despiezados y
apagados,
Sus ojos veían sin
mirar.
Destrozados y
magullados,
La sangre corría
hacia el mar;
Desmembrados y
acabados,
Los buitres engullían
sin parar.
Desangrados y
enquistados,
El acero recorría la
carne al rasgar;
Despedazados y
exprimidos,
Los gusanos surgían
al supurar.
Cercenados y
sesgados,
Los vivos los vieron
al tronar;
Enterrados y
olvidados,
A dos metros bajo
tierra volvieron a respirar.
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