lunes, 3 de junio de 2013

Retales del fin del mundo III: the end

El avance es lento, paso a paso; a través de miles de años. Su garganta raspa, duele. Tose. La respiración es densa, nublada. Una voz fría, potente y asesina raja el tiempo y lo convierte en espacio. La capucha cubre su eterno no-ser; transporta el alma errante de tan desdichada inexistencia. Invisible, realiza su trabajo a marchas forzadas; ahora más que nunca. Siempre diligente, siempre a la espera. Se apiada de todas las almas que recoge, las mima; a pesar del miedo en los ojos y del odio en sus venas. Y una vez más, se aleja en las tinieblas; temida por todos, arruinada en la soledad, sabedora del fin próximo. Mucho trabajo por delante.

Por fin suenan las trompetas; por fin se materializa la explosión. Tumultos por doquier, saqueos multitudinarios, gritos. Una pequeña familia se hospeda en su sótano, comparte la comida con las ratas; las ratas se convierten en comida; la familia sirve de alimento para las ratas.

Respiras, indudablemente respiras.  ¿Por qué? ¿No era el fin? Abres los ojos: oscuridad. Pestañeas: empieza la luz. Sientes los brazos, bien. Sientes las piernas, bien. Sientes el tronco, bien. Tienes pelo, nariz, orejas, boca, dientes, ¿Por qué? ¿No era El Fin? Mueres.

Vórtices devoradores de amígdalas con ración de dedos, desolladores de hongos y quemadores de agua; amantes de la podredumbre, bebedores de fuego y aniquiladores de armas; armas de hojalata, pajilleros de poca monta, ladrones de almas y espantadores de aire; gárgolas de papel, leyes de mármol podrido en la estepa de la Renta y anguilas de fuego.

Zombis sin heridas pasean renqueantes en las ruinas de la civilización y buscan tu cerebro, que en paz descansa. Vampiros pasean a la luz del día, sin resplandecer, sedientos de la sangre que algún día fue tuya. Hombres-lobo aúllan sin ropa, y sin pelo, bajo la luna llena que revienta sus entrañas, que les vuelve locos; y olisquean ese olor a mierda que desprenden tus nalgas; tuviste miedo, no lo niegues. Y no hay monstruos de Frankenstein, imagina por qué.

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Y ahora, lectores, esperáis que diga: “No temáis, el sol volverá a brillar; la humanidad resurgirá”. Pues no. Observad el declive; disfrutad de la deliciosa caída de nuestra especie, que ya llegará otra, y amad mientras os quede un poco de alegría en vuestros negros corazones.

Atentamente, un falso profeta y  engendro de la creación.


P.D: El dolor antes del placer es fácil de llevar; ya veréis cuando sepáis que la felicidad es imposible. 

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