martes, 9 de mayo de 2017

Luna y Diana: Martes.

Martes.
El sol salió amarillo y el cielo se tiñó de rosa y naranja, de tonalidad suave. Luna había estado despierta hasta bien entrada la madrugada, pero cayó dormida antes de tomar ninguna decisión.
Diana la despertó con una caricia en la cara.
'¿Y bien?', preguntó. Diana estaba sentada al borde del sofá y Luna tumbada cuan larga era sobre él. Luna se frotó los ojos.
'Buenos días', dijo en un bostezo.
'Y buenos días para ti también', contestó Diana. 'Perdón por apremiarte a tomar una decisión, pero lo último que quiero es que los dos bandos vengan contra mí.'
Luna se incorporó y sintió cómo el estómago le rugía, al fin y al cabo no había cenado nada la noche anterior y apenas había comido. Diana se levantó del sofá y le ofreció una bandeja con un par de bollos, zumo y un té con leche.
'Me he tomado la libertad de desayunar yo también', dijo.
'Gracias', Luna se sentó en el sofá y empezó a desayunar. Después de llevar la mitad del desayuno, se despertó del todo. 'Yo no soy asexual', dijo. Diana asintió, reconociendo que había entendido la información.
'No importa', dijo. 'Ser una vestal no requiere que lo seas, ni siquiera que seas virgen; es una palabra bonita para decir escudera. Al menos en lo que a mí respecta.'
'¿Cómo voy a decidir qué bando si no sé los motivos para la guerra?' preguntó Luna.
'Tiene sentido, sí', admitió Diana. 'Básicamente Hades, delante de todo el Olimpo, llamó violadores a sus hermanos. Como sabrás, a mi padre y a mi tío se les conoce por tomarse ciertas...que se tiran a todo lo que se mueve, quiera o no, vaya. Zeus y Poseidón se han cogido el canasto de las chufas y han dicho que Hades es el más malo porque es el dios del Inframundo, cosa graciosa teniendo en cuenta que fue mi padre quien lo mandó a trabajar allí.'
'Pero...Hades también secuestró a Perséfone, ¿no?' dijo Luna.
'Qué va. Perséfone entró ella solita al Inframundo y se quedó porque le gustó. De hecho, el otoño y el invierno no ocurren cuando está en Inframundo, sino cuando está con su madre, Deméter la Sobreprotectora.'
'¿Entonces por qué te cae mal Hades?', preguntó Luna.
'Es un brasas', Diana se encogió de hombros.
'Por favor, está claro. Vamos con Hades', dijo Luna.
Diana sonrió y asintió.

Lourdes despertó bien entrada la mañana, cerca de las diez y media, casi las once. A su lado, la cama estaba deshecha y las sábanas arrugadas con claras marcas de que alguien más había dormido ahí. Oyó el agua de la ducha caer contra un cuerpo, lejos en el baño. Se estiró y bostezó.
Salió de la cama, se echó por encima el camisón y salió de la habitación. En la cocina, preparó el desayuno para dos. Llevó la bandeja al salón y abrió las ventanas para ventilar. Fátima entró al poco tiempo, arropada por un albornoz y su pelo corto húmedo estrellado a todas direcciones. Se sonrieron y besaron.
Lourdes se sentó a desayunar mientras Fátima cogía su ropa, que estaba desperdigada por diferentes partes del salón.
Ya vestida, Fátima volvió y se sentó a su lado.
'La Madre Superiora me dijo que deberíamos encontrar a una más para el aquelarre, puede que con tres no sea suficiente', dijo Lourdes. '¿Conoces a alguien a quien le pueda interesar?'
'No sé', contestó Fátima. 'Puede que conozca a un par de cuando iba a la uni, pero no estoy segura de que sean brujas. Después investigo y llamo.'
'Yo ya no conozco a ninguna más que no tenga aquelarre', dijo Lourdes. 'Supongo que al llegar a cierta edad todas se han ido colocando por ahí y por allá.'
'No tienes “cierta edad”, Lourdes', dijo Fátima sonriendo.
'Me han llamado asaltacunas, cariño', apostilló Lourdes.
'¿Qué son quince años?', repuso Fátima.
'Tres lustros, década y media', contestó Lourdes. Fátima se encogió de hombros.

Diana apremió a Luna para que se fuesen antes de comer, y Luna no puso objeciones. Preparó un par de bocatas, echó toda la fruta que tenía en la casa a una bolsa y, con una rapidez fuera de lo normal, hizo las maletas: un macuto grande, lleno hasta los topes, donde también metió una mochila más pequeña y manejable y su bolso.
Antes de salir, Diana se quedó mirando a Luna y su macuto. Con una sonrisa torcida, ladeó la cabeza y se regocijó en la visión de la mujer y el macuto que era casi tan grande como ella.
'¿Qué?', preguntó Luna.
'Nada', contestó Diana. Al momento, cogió su mochila, que estaba apoyada contra la pared, la abrió y puso un pie dentro de ella y bajó. Luna se quedó petrificada, con la boca abierta y un ligero hilo de baba preparándose a caer por ella. La cabeza de Diana se asomó.
'Ven', dijo. 'Así no tienes que llevar ese monstruo en la espalda.'
Luna se acercó con cautela. Diana había vuelto a zambullirse en la mochila. Luna se asomó y vio en el interior de la mochila un espacio no muy grande, similar a un ascensor, donde estaba Diana esperándola. Esto es: no muy grande para los estándares de habitaciones; en cuanto interior de mochilas, el espacio era gigantesco.
'¡Vamos!', gritó desde abajo Diana. Luna metió el pie y, para su sorpresa, encontró en seguida oposición. El corazón le empezó a ir a mil por hora. Introdujo el segundo pie y sólo se podía imaginar lo ridícula que tenía que parecer desde fuera: metida en una mochila que seguramente no bajaría más.
El suelo empezó a descender hasta encontrarse a la misma altura que Diana. Diana estaba al lado de un panel con botones, los cuales seguramente servirían para muchas cosas y Luna sólo podía suponer que bajar a primerizas automáticamente sería una de ellas. En la pequeña habitación, además del orificio de la mochila en el techo, había una puerta en una de las paredes.
Diana la abrió y le ofreció pasar. El interior era una casa. Luna se quedó al umbral, dudando si entrar o no, y Diana la empujó suavemente mientras cerraba la puerta detrás de sí.
'Bienvenida a mi casa', dijo Diana. 'Ahora mismo estamos en una pequeña isla cerca de Grecia que, gracias a mi condición de diosa, pasa desapercibida para vosotros. Y, por supuesto, también estamos en tu casa.'
Luna no era capaz de pronunciar palabra. Miró a Diana e hizo ademán de empezar a hablar, pero los sonidos se ahogaban y mezclaban y sólo balbuceaba.
'Deja el macuto por ahí', dijo Diana mientras se quitaba la ropa sin ningún pudor en medio del salón, con Luna delante. Luna apartó la mirada al instante.
'Eh...', Luna empezó a pensar un tema de conversación que quitase hierro al asunto. 'Eh, si llevas tu casa en la mochila, ¿por qué ibas con la lanza y el arco por la calle?'
Luna había abierto un armario que había en medio del salón y había empezado a vestirse de nuevo. Se había puesto una camiseta de manga corta con motivos de Star Wars, unos pantalones de chándal y la misma sudadera.
'Por los elfos, por supuesto', dijo Diana como quien comenta el tiempo.
'¿Los elfos?'
'Sí, esos gilipollas arios más nazis que Hitler', asintió Diana. 'Les tenéis en demasiada estima, son unos racistas de mierda. Y llevan siglos cazando a cualquier dios que no esté a su altura. Y ya me ves, yo de aria tengo poco.'
'Entonces...', Luna se olvidó por completo del resto de cosas que le habían pasado, 'entonces, ¿los orcos?'
'Genocidio, el último murió hace cuatrocientos años. Bueno, no murió, fue asesinado.'
Luna no daba crédito. Diana se quedó en silencio, mirando al suelo, como si estuviese dando sus respetos en un minuto de silencio. Y, un minuto después, levantó la mirada.
'Bueno, pero tenemos que irnos. Las paradojas espaciales sólo se sostienen cierto tiempo, como estemos aquí más de una hora, nos quedamos aquí y tendríamos que ir a patita hasta tu casa.'
Rápidamente, Luna sacó la mochila pequeña del macuto, la llenó de lo indispensable y volvieron por donde habían entrado.

Fátima no sabía qué hacer. Tras sus investigaciones sobre sus antiguas compañeras de universidad, encontró que una de las personas con las que compartió clase era, de hecho, bruja. Pero era un hombre, y no sabía hasta qué punto Susana iba a dejar que una de las brujas de su aquelarre fuese un hombre.
Cogió el teléfono y llamó a Lourdes. Le contó lo que pasaba. Lourdes le dijo que lo mejor era hablar con Susana directamente y que ella no tenía problema con que una de las brujas tuviese pene. Fátima contestó que eso haría y que había dicho que era un hombre, no que tuviese pene. Lourdes colgó el teléfono confusa y Fátima llamó a Susana.
'¿Diga?', dijo Susana al coger la llamada.
'Ma, soy Fátima', dijo la susodicha. 'Me dijo Lourdes que creía que lo mejor sería tener una bruja más en el aquelarre.'
'Calla, niña', apremió Susana. 'Pueden estar escuchando.'
'¿Quiénes?'
'Todos', se limitó a contestar Susana. '¿Has encontrado alguna?'
'Sí..', empezó a decir Fátima.
'Estupendo', interrumpió Susana. 'Tráela mañana por la mañana, y veremos qué tal'
'Pero Ma', dijo Fátima asertiva, asegurándose de que Susana la escuchase. 'No es mujer.'
Susana se quedó en silencio, pensativa. Fátima empezó a imaginarse escenarios en el que Susana la asesinaba por sugerirlo siquiera.
'Vale', dijo al fin Susana. 'Tráelo, pero asegúrate de que sabe lo mínimo antes.'
'Sí, Ma.'
Susana colgó sin despedirse, lo que aseguró a Fátima dormir esa noche presa de la ansiedad y la paranoia. Fátima llamó a José, el susodicho, quien aceptó de buena gana la posibilidad de entrar en un aquelarre después de que le echasen del anterior en el que estaba cuando salió del armario como hombre transexual.

Al final salieron de la casa de Luna a eso de las once de la noche. Diana tuvo que explicarle a Luna en qué consistía la magia que hacía funcionar la mochila como portal a su casa y eso derivó en una conversación sobre magia, el poder de Diana y cuándo podía aprender todo eso, tal y como ella le había prometido.
Diana accedió a enseñarle un primer truco, sencillo y útil antes de salir. Consistía en hacer fuego, sin necesidad de gas, piedras, frotación o tan siquiera oxígeno. Todo lo que tenía que hacer Luna era sentarse con las piernas cruzadas en el suelo, la espalda recta y los ojos cerrados. Después, debía pronunciar “πυρά”, pira en griego, y posar las manos en aquello que quisiese prender fuego. Al apartarlas, el fuego prendería y una llama dorada surgiría hasta adquirir el color habitual.
Luna no sabía a dónde se dirigían, se dejaba llevar por Diana. Habían salido de Madrid y habían puesto rumbo hacia el norte, pero no sabía nada más. Diana tenía un coche híbrido, y conducía despacio y con calma.
Cuando pasaban por Torrelodones, Diana por fin le dijo a dónde iban.
'Vamos al Inframundo. El acceso más cercano está en Cantabria.'
'Vale, ¿es peligroso?'
Diana se encogió de hombros, poco convencida, como si intentase tranquilizarla a sabiendas de que podía serlo.
'Antes tengo que hacer unas paradas. Hablar con gente, enterarme de cómo está la cosa. Primera parada: Los Ángeles de San Rafael.'
'¿Y qué hay allí?', preguntó Luna.
'Un viejo amigo', contestó Diana.
'¿Podrías ser más vaga?', replicó Luna,
'Que te den, no soy vaga', se ofendió Diana.
'No me refería a ese tipo de vaga, quería decir que si no podías ser menos concreta', se apresuró a rectificar Luna.
'Ah, vale', se calmó Diana. 'Allí vive Céneo.'
'¿Y quién es Céneo?', preguntó Luna.
'¿No sabes quién es Céneo?', dijo Diana. 'Creía que te encantaba la mitología.'
'Y me encanta, eso no significa que sepa todo.'
'Céneo es un viejo amigo que seguramente quiera luchar contra Poseidón.'

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