jueves, 23 de enero de 2014

Síndrome posfelicidad

Y así, dejó de escribir. Porque escribía en la tristeza y la agonía, y ya no sufría. Susurraba sus palabras a una hoja de papel manchado y quedaban plasmadas en tinta roja. Su habilidad y talento eran enterrados por la felicidad de ese puntual momento, que recordaba a cada instante; no era más un alma en pena, sino un recuerdo viviente. Sabía que no toda alegría es infinita, pero no le importaba. Sabía que pendía de un hilo, pero quería ser capaz de arriesgarse. ¡Ay, la cantidad de cosas que haría si tuviese el valor! Cuán feliz sería si al menos sus recuerdos no fuesen dos luces en la oscuridad, sino miles de fracasos a sus espaldas. Y tras esos pobres pensamientos, cogió de nuevo su pluma y comenzó a escribir. Siempre escribiendo, en vez de viviendo.

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