sábado, 12 de abril de 2014

La Epopeya Original I

I
Acabó se la verdad y la locura
en un muy concreto movimiento
del acero puro; y la cordura
aferrada se mantuvo al cemento.

El viento agitó se en la hondonada
y cubrió de polvo el cementerio,
llenándolo entero de ceniza calcinada
bajo los ojos negros del Imperio.

La tierra sus fauces y grietas selló
para la muerte atraer en sus arenas;
cegando las bocas que antaño amañó
con aires cansados, pinchando venas.

Y el héroe surgió en buena nueva,
espada, escudo y hacha en mano,
para penetrar en la oscura cueva
y apagar el fiero fuego ufano.

La oscuridad grisácea atrapó le inmóvil
e inmoló se con un agreste sucedáneo,
la luz se hizo en la ahora cueva dócil
y la tiniebla huyó al pasadizo subterráneo.

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