I
Acabó se la verdad y la locura
en un muy concreto movimiento
del acero puro; y la cordura
aferrada se mantuvo al cemento.
El viento agitó se en la
hondonada
y cubrió de polvo el cementerio,
llenándolo entero de ceniza
calcinada
bajo los ojos negros del Imperio.
La tierra sus fauces y grietas
selló
para la muerte atraer en sus
arenas;
cegando las bocas que antaño
amañó
con aires cansados, pinchando
venas.
Y el héroe surgió en buena nueva,
espada, escudo y hacha en mano,
para penetrar en la oscura cueva
y apagar el fiero fuego ufano.
La oscuridad grisácea atrapó le
inmóvil
e inmoló se con un agreste
sucedáneo,
la luz se hizo en la ahora cueva
dócil
y la tiniebla huyó al pasadizo
subterráneo.
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