miércoles, 7 de mayo de 2014

Arqueología ensayística

31. X. 2094. Esta mañana, recogiendo las hojas y escritos de mi fallecido padre, me he encontrado con uno de sus pocos escritos sin publicar. Me sorprende profundamente que no publicase este pequeño ensayo sobre la sexualidad pues estoy bastante de acuerdo con él. Aunque sí observo claros signos de que está sin concluir y ciertos atisbos de ser pensamientos de juventud que perfectamente podrían ser la causa de su nopublicación. Encuentro, sin faltar a la verdad, su discurso errático y confusión en sus explicaciones. Nevertheless, espero que lo encontréis tan inspirador como he hecho yo.

“A 7 de mayo de 2014.

Cuando era un adolescente creía que era gay. Y eso me preocupaba. No sólo me preocupaba el qué dirán, que también; lo que más me preocupaba era que realmente me gustaban las chicas y no quería que me dejasen de gustar. Vaya una paradoja.

Esta creencia me asaltó porque los demás adolescentes chicos de alrededor mía empezaban a “desarrollar” su sexualidad: que si se habían liado con esa o si se habían enrollado con aquella otra. O eso decían ellos. Yo no había dado ni un simple pico.

Con el tiempo (el poco que ha pasado), me he dado cuenta de varias cosas y, seguramente, esas cosas sean verdad sólo a medias porque aún me queda mucho por aprender (y no, no hablo de cosas académicas). El caso es que ahora mismo creo firmemente que, para empezar y como base de una vida saludable, ser homosexual no está mal. Es más, las orientaciones sexuales están completamente sobrevaloradas. De hecho, escribo esto para no tener que discutir con nadie acerca de mis creencias porque creo que no es algo debatible porque no hay nada que debatir: uno es como es y a cada cual le gusta lo que le gusta. ¿Por qué cargar contra alguien por sus inclinaciones? ¿Por qué no se ha dejado a cada cual ser como ellos y ellas quieran ser? No quiero saber las respuestas a esas preguntas.

A pesar de todo, tengo mi propia teoría desarrollada a partir de otra teoría antiquísima que me contaron en una clase de griego antiguo de cuyo nombre no soy capaz de acordarme. Y es la siguiente.

[La historia que narro no creo que ocurriese en este orden (si es que acaso ha ocurrido), pero espero que entendáis lo que quiero decir; y por sociedad me referiré siempre a la occidental nuestra porque de la otra sé menos aún que de la nuestra.]

En el principio de todo, había mujeres y hombres, creo que debería empezar por ahí. No había sociedad aún (o esta se encontraba en sus albores) y, por consiguiente, no había prejuicios ni malos pensamientos porque aún no pensábamos mucho. Creo firmemente que por aquellos momentos éramos bisexuales, como bien sabían y toleraban y promovían los griegos antiguos (a su manera en cierto sentido machista). Pero se creó una sociedad y luego, algo después, se creó un dios y luego ese dios nos habló. O dicen que habló. Y lo que dijo se interpretó, y una de las lecturas que más ha triunfado es la siguiente: los hombres solo pueden sentirse sexualmente atraídos por las mujeres y las mujeres, por los hombres (únicamente dentro del matrimonio, por supuestísimo).

Y ahí es cuando todo se vino abajo. Se reprimieron sentimientos, deseos y anhelos y eso provocó más guerras de las que habrían tenido que ocurrir, creo yo. Al tiempo que la sociedad avanzaba (en sentidos políticos y económicos), también avanzaron los cerebros y los corazones: algunas mujeres empezaron a sentirse hombres y algunos hombres empezaron a sentirse mujeres, y eso era inaceptable, válgame dios. El travestismo quedó inmediatamente fuera de lugar y de mal gusto.
El travestismo y la transexualidad provocaron que la bisexualidad se volviese ambigua (¿y si te gusta un hombre que se siente mujer y se viste como tal -e incluso se cambia de sexo-  siendo tú un hombre?) y se empezó a hablar de la pansexualidad como una desviación más del camino recto de la heterosexualidad. Pero creo que se trata simplemente de la evolución natural de nuestra bisexualidad innata.

Una reflexión: si hay gays, lesbianas, bisexuales, pansexuales, asexuales (ya sabéis, quienes no sienten especial deseo ni atracción por las relaciones sexuales en general), mujeres que se sienten hombres que se sienten atraídas hombres, hombres que se sienten mujeres que se sienten atraídos por mujeres, (y seguro que se olvida alguna orientación y combinación más que merece ser mencionada y, por ende, respetada; ruego me disculpéis) ¿por qué demonios sigue siendo la heterosexualidad el camino correcto? ¿Por qué sigue siendo comidilla el “pues me he enterado que Fulanito es gay” y no el “pues me he enterado que Menganita es heterosexual”? Pues porque la heterosexualidad se da por sentada.

No sé si os preguntaréis o no si finalmente soy gay o qué narices soy, pero sea lo que sea encontraréis argumentos para desacreditarme o atacarme. Soy heterosexual: “bah, no sabes de lo hablas”, muy cierto, evidentemente esto que estoy diciendo no es la ley, es un intento de organizar mis sentimientos y pensamientos caóticos. Soy cualquiera de las otras posibilidades: “es que estás quemado y enfadado con la sociedad por no aceptar cómo eres y lo escribes sin objetividad porque tú eres uno de ellos”.

Pero claro, no declarar cual es mi sexualidad sería hipócrita por mi parte. Estoy al sesenta por cierto seguro de que soy heterosexual, al treinta por ciento de que soy bisexual y al diez por ciento de que soy pansexual. Creo, mi juventud me impide aclarar mis sentimientos y mis pensamientos.

Lo que quiero decir con todo esto, si es que quiero decir algo, es que”

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